miércoles, 24 de agosto de 2011

El hombre que hizo reír a una nación

Es difícil resistirse a no mencionar el fallecimiento de Loriot, del que supimos ayer. A sus 87 años, el humorista Loriot, de nombre Vicco von Bülow, se ha despedido silenciosamente de una nación que le respetaba y que siempre le reconoció y agradeció infinitamente haberla hecho reír y sobre todo reírse de sí misma, algo muy difícil con el carácter alemán. Los titulares tras saberse su muerte coinciden: el hombre que nos enseñó a reír, el humorista más importante del siglo XX, Alemania llora la muerte del maestro del humor alemán, entre otros.

De buena familia, y con el porte que tenía, podría haber sido perfectamente embajador, comerciante, político, presidente del país o cualquier cosa importante que hubiese pretendido, pero quiso ser humorista. De un talento con el que solo nacen unos cuantos genios, no solo tenía esa finura en el lenguaje y esa visión perspicaz del alma alemana única en él, sino que era además escritor, dibujante de caricaturas, director de cine, escenógrafo, y más.

Sus sketches forman parte de la memoria colectiva alemana, y algunas de sus frases han pasado al saber común. Todo el mundo conoce aquí sus sketches como en España es legendario el de Encarna y las empanadillas de Mostoles de Martes y Trece, o las conversaciones de teléfono de Gila. El de Loriot es un humor tan serio, que yo, como extranjera, tardé años en reírme con él, y muchos de otros países dirían que no tiene gracia. Yo misma tardé años en reírme con él, porque no era capaz de reírme de esa seriedad y solemnidad tan alemana a la hora de hacer las cosas, y ver a la vez que en esa vida seria y estructurada ocurren imprevistos o "tragedias" que le sacan a cualquiera de sus casillas. Me encanta la historieta del representante serio y estirado que va a una casa fina, y la sirvienta le lleva al comedor. Todo está perfecto, pero un cuadro está torcido, en la pared, y él, al tratar de ponerlo recto, se carga la decoración del comedor entero, en un cúmulo de torpeza y mala suerte.

Ahora acabo de descubrir uno que no conocía, alemán para extranjeros, y como en los otros, sin conocer la cultura, cuesta quizá entender la ironía de la situación, pero una mujer está con su amante en la cama, y enseñan alemán para extranjeros. Hablan, como en los métodos de idiomas de si "mi marido se llama...", "su tren llega a las ...", y la situación no podría ser más grotesca, tratándose hasta de usted en la cama. Hasta el marido, cuando llega, se presenta y dice la hora que llega su tren...

Lo bueno de Loriot es que aunque falte, jamás dejaremos de reírnos con sus historias, pues son imposibles de olvidar. Admito que me conmovió ayer muchísimo su muerte. Al parecer, uno de sus últimos deseos fue una cerveza bien fría. Creo que se estaba riendo hasta de su propia muerte.

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