lunes, 8 de agosto de 2011

Decidido

El sol que ha brillado al poco tiempo de llegar de vuelta a Hamburgo ha durado una hora, y la realidad era la siguiente: el suelo y todo estaba empapado como de haber parado de llover un par de minutos antes de aterrizar el avión, y efectivamente, el resto de la tarde y noche ha seguido diluviando. Y el verano, es decir, las casi cinco semanas que he estado fuera, ha sido fino aquí, dicen,. El calor o buen tiempo ha tenido lugar algún día suelto, nada de consideración. Y yo, sin ningún tipo de remordimiento, vuelvo morenita, con bronquitis (eso da igual, pues también me las cojo aquí), y con una maleta llena de vestidos, tops, chanclas, biquinis y sandalias, que guardaré ahora hasta el año que viene, a 8 de agosto. Triste pero cierto.

Así que lo que venía mascullando en el avión desde que el piloto, dos horas antes de la llegada dijo: "Queridos pasajeros, el tiempo en Hamburgo no se puede comparar con lo que dejan atrás en Madrid, y pensaba no decirles nada, pero se lo digo, para que se vayan mentalizando, pues se lo van a encontrar igual: frío y lluvia". Y mi hija pequeña, lo resumió en una frase. Al salir de la terminal aquí en Hamburgo me dijo: "Mamá, ya no necesitas las gafas del sol", pues las llevaba sobre la cabeza, que es como las llevo cuando no puestas. A lo que iba: que he decidido lo que no me había planteado hasta ahora seriamente, que seré una jubilada alemana de ésas que se va a España a pasar lo que los alemanes llaman el Lebensabend, 'la noche de la vida', un bonito eufemismo para los últimos años de la vida, ésos en los que muchos alemanes deciden que ya está bien de que un 8 de agosto parezca otoño y diluvie. Yo quiero poder estar sentada en una terracita de verano, al menos cuando sea vieja, en vez de tapadita con una manta como estoy ahora mismo.

Que sí, que aquí se vive muy bien, que es todo muy verdecito, que no hay contaminación, ni tanta suciedad. Todo esto lo hablaba con una señora estupenda, de esas que me encuentro en muchos vuelos y que vienen a ver a sus hijas, que viven en Hamburgo. Me contó que le encanta Hamburgo, la calidad de vida, la tranquilidad, la naturaleza. Sí, sí, cierto todo. Pero el veranito... Se lo recordé, que se prepárese a semanas pasadas por agua, a la rebeca o gabardina.

En el vuelo pensaba en tanto español viviendo por el mundo. Eligieron mejor los que se fueron al Caribe, la verdad sea dicha. Y sin embargo el vuelo va lleno, ida y vuelta. Del avión que llegó a Hamburgo bajaron muchos y muchas con camisetas y banderas negras en las que ponía "Wacken 2011". Acabo de investigar de dónde venían. El primer fin de semana de agosto tiene lugar en Wacken (jamás había oído hablar de ese sitio), un pueblo en Schleswig-Holstein, el mayor festival de Heavy Metal del mundo, con 86.000 visitantes, nada menos, en la edición de este año. Españoles había entre tantos miles, y se bajaron en Madrid del avión al que yo me subí. Y al llegar a Hamburgo en el aeropuerto había montones de viajeros a punto de tomar aviones en otras direcciones con sus camisetas negras de Wacken. El mundo es un festival de rock. Aunque llueva, vas, como les ha pasado a los 86.000 que se han empapado estos días. Qué más da (esto lo digo con la boca pequeña), pues lo importante es disfrutar, donde quiera que estés, con camiseta de heavy metal, en biquini, o gabardina. En fin. Adiós verano. Vuelta al fresquito y a disfrutar de lo bueno de esta tierra, que no es el clima. Hoy pienso en mi jubilación. Por primera vez en mi vida.

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