viernes, 19 de octubre de 2012

Puentes como encuentro

Hoy es un día para poner puentes. Estos de las fotos son los que delimitan el lago Alster pequeño. El que se ve al fondo a lo lejos separa el Alster grande del pequeño. El centro de Hamburgo es agua, y donde hay agua en esta ciudad, hay puentes, más que en Venecia, repite hasta la saciedad la gente aquí, como si a los venecianos les importase. El otro da paso al canal que va al ayuntamiento, y sigue hasta el puerto, conectando el río Elba con el Alster. Aquí pisamos o conducimos sobre puentes a todas horas. Hoy anduve sobre el de la primera foto, sintiendo ese sol otoñal tan bonito que ha lucido hoy. Reflexioné al pisar sobre el segundo en que no hay nada más pacífico que un puente en una ciudad, siempre tendiendo la mano, dando paso adelante, sin importar en qué dirección. El que lo cruza avanza, y desde el otro lado nos sorprende muchas veces la otra perspectiva diferente a la de "nuestro" lado. Hay que tomarse ese tiempo de mirar, como yo he hecho hoy, hacia el lugar del que venimos, para que al llegar al otro lado tengamos la doble perspectiva, porque si no es como si el puente estuviese inclunado y la pendiente nos impidiese llegar al otro lado. Siempre veríamos la inclinación como algo insalvable, y podríamos terminar por cogerle miedo; o, de estar en el lado de las alturas, veríamos a los de abajo como esos pobrecillos que tenemos que redimir y compadecer. Por eso nada más equilibrado que un puente: ha de juntar dos líneas que antes eran paralelas y nunca intercedían.

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