viernes, 28 de octubre de 2011

Sueños

"Mamá, ¿qué profesión hay que tener para construir casas?", me ha preguntado mi hija pequeña esta tarde. "Arquitecto", le dije, y me asintió, "eso". Me dijo que habían estando hoy aprendiendo en el cole sobre la obra de Hundertwasser, que le debe haber fascinado. El artista austriaco se dedicó sobre todo a la pintura, pero realizó además obras arquitectónicas, que son las que deben haber visto en clase hoy. En Alemania hay una estación suya en Baja Sajonia, en Uelzen, llena de colorines y el estilo típico. Creó su estilo propio, como un Gaudí u otros. Un rato después, aprovechando el tema, le dije que le respondí que arquitecto, pero que eso es solo si se aplica y es trabajadora, y que si no la respuesta a la pregunta sería albañil, que ella verá. No le hablé de la cruda realidad: de que hoy día incluso siendo arquitecto, puedes acabar de albañil o ganando una miseria en cualquier otro trabajo.

Pero su intención de ser arquitecta me parece tan buena que prefiero alegrarme de lo que supone esa intención. Sí que apunta formas, pues lleva años construyendo con unas tablitas de madera escandinavas, un juego de construcción estupendo y con el que a ella no se le agotan las ideas, casas, torres y otras construcciones. Ahora me cuadra tanto interés desde siempre, y hace semanas me dijo que para Navidad se pide más, para hacer casas más grandes o torres más altas. Teniendo en cuenta que durante años, en la época en la que todos los niños quieren ser bomberos o astronautas, y las niñas princesas o hadas, ella no quería ser nada, con el escepticismo que le caracteriza y el estoicisimo por el que se deja llevar, y por tanto lo de hoy supone un hito.

Todos sabemos en lo que se quedan los sueños muchas veces, cuando de adultos nos damos cuenta de que a austronautas llegan tres (y quién quiere serlo) y a princesas las que tienen la desgracia de toparse con un príncipe por ahí. Renunciamos a sueños pero conseguimos muchas otras cosas tan valiosas o más de las que perseguíamos antes. Y cada renuncia se convierte en una oportunidad para continuar, aunque el cuerpo nos pida estancarnos en lo que queremos. Yo nunca quise ser profesora, hoy lo hablaba con una amiga, y aquí me tienen, y con cada clase le cojo más gusto al asunto. Y lo mismo me pasó con éste y con mi otro blog, día a día le cogí tanto gusto a la escritura que no renuncio a mi sueño mayor de escribir algo serio, y en ello estoy de un tiempo a esta parte. Cuestan la disciplina y el tesón, y más siendo una la tuerca en el conglomerado central de una familia, y si me aflojo, se va todo al garete en el día a día. Yo llevo agendas, comidas, médicos, compra, la casa y desde hace casi dos años mis clases, dentro y fuera de casa. Hoy empecé el día con una cita de médico a las 7.30 de la mañana con mis hijas, y lo he terminado preparando clases, pues excepcionalmente, mañana sábado, doy clase. Es lo que toca, y cuando oigo a mis alumnos que me dicen que se me nota lo mucho que disfruto con mi trabajo, a veces me emociono, porque yo tenía otros planes. Ah, en realidad yo de niña quería ser modista. Luego ya no. Pero qué más da. Me he ido encontrando cosas mejores, aunque lo más valioso lo tengo ya.

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