Hablando de puentes, recapitulo los vistos estas dos semanas en tres capitales europeas. Qué bella construcción son los puentes, por muy funcionales que sean, y parecen estar ahí integrados con su alrededor, pero un puente nunca es casualidad, aunque a veces parezcan tan naturales, no por ser sino por estar. Estamos acostumbrados a pasar de un lado a otro que no nos damos cuenta de lo que nuestras desplazamientos serían sin ellos. Cada uno y todos ellos están ahí porque un día alguien pensó que tenían que estar justo en ese lugar. Como yo los coloco en mi blog, adrede, y hoy los utilizo para conectar las últimas dos semanas y unirlas a la rutina, que es lo más verdadero que tienen nuestras vidas, a pesar de que los puentes sean tan reales.
| Parque Vigeland, Oslo. En este puente ni te das cuenta al cruzarlo que es tal, pues las esculturas son la razón de ser del mismo. |
| El escultor noruego Vigeland se explayó con sus esculturas sobre el ciclo de la vida no solo en este puente sino en todo el parque. |
| Amsterdam, como uno se la imagina. Los puentes sirven de aparcamientos de bicis. |
| El puente más conocido de Amsterdam, el Magere Brug. Y el más bonito quizá. |
| La isla de los museos en Berlín, rodeada de puentes para cruzar el Spree, el río de Berlín. |
| La entrada al maravillosísimo Museo Pergamon en Berlín es este puente, que ignoras porque lo de alrededor es tan monumental que el puente es meramente anecdótico. |
| Esto es lo de alrededor: museos y más museos (aquí el Bode), puentes y más puentes. |
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