El norte y el sur de Europa convergen en un avión. Lufthansa es la metáfora de Europa: esos europeos del norte que les dicen a los del sur cómo han de comportarse. Yo he sentido hoy bochorno y mucha vergüenza ajena. Qué son buenos modales y qué no. Es todo cuestión de la perspectiva.
En mi vuelo de regreso a Hamburgo hoy había una clase de escolares españoles, unos adolescentes de unos 15 ó 16 años con sus dos profesoras. Iban algo alterados, como es lo normal para un grupo de (chavales) españoles. Los españoles hablamos alto, yo la primera, acostumbrados a un país ruidoso en el que hay que hacerse notar. Si encima le sumas el cóctel de hormonas, más la emoción de un viaje al extranjero, y la algarabía de grupo, el ruido que producían pasaba el nivel tolerable por Lufthansa y cualquier ciudadano alemán.
Yo iba absorta en mi lectura pero era imposible no oír los comentarios en diferentes momentos del vuelo: "mira, ésa es mi maleta; la tuya seguro que se queda en tierra, jajaja"; "yo quiero un bocata para comer y no eso"; y una algarabía constante, risas, jaleíllo. Los ciudadanos alemanes que iban sentados detrás de mis hijas estaban alteradísimos, pero yo no les tomé en serio, al igual que a los adolescentes, hasta que el hombre dijo una frase muy típica de aquí en el tono asesino correspondiente: "Könnt Ihr die Klappe halten?", mirando hacia atrás, una especie de "cerrad el pico" o "os podéis callar de una vez", que en alemán suena más fuerte pues en español que te manden callar no es nada grave, pues lo ignoras y punto. Como los chavales producían más ruido que el jubilado indignado, ni le oyeron, o no le entendieron probablemente, por lo que el jubilado se dirigió a la autoridad competente, es decir, al azafato que pasaba por allí. Le rogó que hablase con los profesores. Se disculpó él y la compañera que vino después diciendo que no sabían ni quiénes iban a cargo pues no se habían presentado como clase al entrar al avión. Con ese comentario entendí que eso hubiese sido lo "normal" en Lufthansa, acreditarse como clase y decir "nosotras somos las profesoras responsables para que nos latiguen en caso de no cumplir con nuestra labor".
A todo esto mi hija iba diciendo que el ciudadano ejemplar que llamaba al sur de Europa al orden, no paraba de moverse y darle patadas al asiento. Así son los modélicos ciudadanos: se sienten con poderes de juzgar el comportamiento de los demás pero ellos mismos dan la nota y se comportan como si fuesen únicos en el mundo y no molestaran ellos a nadie. Luego le fue haciendo la pelota al azafato: "el vino blanco era excelente, ¿qué vino tinto me puede recomendar ahora?"; "nosotros llevamos ahora este Rioja, que es excelente, blabla...". Pedantes sabelotodo...
Yo no digo que los chavales no fuesen dando demasiado la nota, pero el alemán con su tontería e improperios también. Todos hemos sido jóvenes, salvo estos perfectos ciudadanos, y si bien la tiranía de la fiesta española, como acertadamente la llama Antonio Múñoz Molina, es a veces insoportable, aseguro que la intransigencia de gente así me resulta agraviante. Así que yo iba en ese avión meditando sobre Alemania y España, lo diferentes que somos, y lo explosiva que es la mezcla en un avión, que no es otra que la intransigencia en otros niveles de vida aquí en Alemania.
Bienvenida, me digo. Y el martes me conceden la nacionalidad... Me alegra enormemente remover un poco el cotarro... Para que no digan que todos los alemanes "semos asín"...
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