Llegas a Barajas y las maletas de tu vuelo tardan más de media hora en salir. Obviamente no hay personal suficiente y no dan a basto. Ni siquiera dan explicaciones, y todos, alemanes incluidos esperamos estoicamente. En Madrid hay salidas de metro cerradas, escaleras mecánicas que no funcionan y que parece su estado permanente. Si pierdes un metro te tocará esperar 10 minutos en hora punta cuando antes pasaban cada 3 minutos. En el autobús la asfixia es insoportable y no puede ser de otra manera puesto que el termómetro marca 35 grados, una locura. El centro de Madrid parece desolado. Han cerrado muchas tiendas y proliferan las de ropa y calzado de China o a saber.
Pero lo no cambia es el mangoneo. Hoy me ha pasado lo de siempre: te olvidas algo en un sitio, y cuando vuelvas no está. Me probé una pulsera en el Barrio Salamanca en una tienda, y dos horas después me acordé de que me quité la muñequera que llevo para la tendinitis desde hace 3 meses: una muñequera ortopédica, del tamaño de mi mano, ya usadísima. Volví y nadie sabía nada. El colmo de la ruindad coger algo así. Aquí nadie devuelve nada. Todavía los millones de Bárcenas, pero el agenciarse todo lo ajeno está en el ADN de este país, lo siento. La semana pasada perdí un pendiente en el supermercado de Hamburgo de al lado de mi casa, volví y la cajera me lo dio.
En fin. Voy a cenar un buen jamón. Eso también es único.
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