domingo, 3 de abril de 2011

La constante de quedar mal

Lo malo de vivir entre varias culturas es la cantidad de veces que puedes meter la pata. No es que la metas siquiera, ni que sea tan grave meterla, pero te das cuenta de que los protocolos establecidos son otros que los que tú conoces. O puede ser que te acostumbres a los nuevos e ignores los tuyos de antaño, lo que podría convertirse en una ofensa mayor, y tú sin darte cuenta. Ayer tuve una reunión familiar, donde la anfitriona, una mujer joven de 25 años que vive en EE.UU., invitó a familiares y amigos en Alemania. El bufé estaba listo, y nadie se atrevía a ir, pues ella no había dicho nada. Alguien le hizo saber que mientras no lo diera ella por oficialmente abierto, nadie se levantaría a por la comida. Ella dijo que en EE.UU. el discurso se hace en la mitad de la comida, y que se empieza tal cual, pero salió del paso improvisando y haciendo como se hace aquí: dar la bienvenida diciendo que estaba encantada de la cantidad de gente que había acudido a su llamada, y que "me acaban de decir que aquí el discurso se hace ahora, y no en la mitad de comida; por lo que lo hago como se hace aquí y ¡listo!, así que a comer todos". Parecerá una tontería, pero son leyes no escritas que todos acatan en un país, únicas por no conocer otras (¿mejores?).

De la misma manera en Alemania no se abren los regalos según te los dan, salvo si es una situación íntima de tú a tú con el que te regala. En una fiesta a la que acuden varias personas, sobre todo en un grupo grande, se colocan en una mesa, y luego los abres en tu casa. Se trata de no poner en evidencia a nadie, ni al que te regala, por ver su regalo comparado con el de otros, ni al regalado, no sea que pongas cara de "huy, otro jarrón".

De lo peorcito que puedes hacer aquí es felicitar a alguien por adelantado por su cumpleaños, algo muy normal en España. O celebrar antes del día. Impensable aquí. Mejor tres meses después que un día antes. Muy mal quedas también si acudes a cualquier invitación con las manos vacías: hay que llevar algo, sea una botella de vino, unas flores, o unos bombones.

En España quedas fatal si no das el pésame por la muerte de alguien, o no vas al tanatorio cuando toca, o no visitas a alguien en el hospital, o no llamas a preguntar qué qué tal la operación. Yo, con el paso de los años en Alemania me he convertido en una "mal-queda" en España, pues no exisitiendo aquí ni tanatorios, ni la costumbre de dar el pésame a nadie, salvo en el entierro mismo, y eso si vas, simplemente se me pasan esas cosas. No es intención, lo aseguro, pero es lo mismo que las veces que he quedado mal aquí por hacer cosas fuera de lugar. Simplemente no se me ocurre. Tanto las rémoras del pasado, como la confrontación con tu nuevo medio, te hacen olvidar o ignorar, sin querer, lo aseguro, muchas cosas.

Lo importante es ser natural, pues por mucho que te esfuerces, si estás desplazado, al final metes la pata, y ya puestos, mejor hacerlo con naturalidad y de manera elegante. Es decir, que si a mí se me pasa dar el pésame, por mucho que me recuerden que debería haberlo hecho hace mucho, pues está muy mal no hacerlo, si se me ha pasado y no ha salido de mí, después me parece fuera de lugar aparecer como rezagada y entonar un "lo siento, se me ha olvidado". Es que ni siquiera me siento mal por no haberlo hecho. Son los peligros de la desnaturalización, de vivir a 2.000 km de distancia, y de vivir en otro mundo, algo que debería ser entendible, pero que no lo es para los que no han salido del suyo. De la misma manera, si aquí no llamo para dar las gracias porque me hayan invitado a cenar en casa de alguien, como es habitual en ciertas esferas, y decir que la velada fue inolvidable, tampoco me siento mal. O la invitación es de corazón, o que no me inviten si no.

Es duro esto de no acertar nunca. Lo bueno es que te acostumbras, como a todo.

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