jueves, 28 de abril de 2011

En Salzburgo sin dirndl pero con Mozart

Supongo que para venir a un país en el que nunca has estado, llegar a la ocho de la mañana no es la mejor opción. Pero si el único vuelo del día sale a las 6.45 de la mañana, te levantas a las cuatro y te plantas en una tierra que parece conocida pero que es otra, en la que se habla un idioma que conoces, pero que parece otro. Estoy en Salzburgo: esa parte tan bávara de Austria o esa parte tan austriaca de su propio país.

Es la ciudad de Mozart, hijo predilecto de la ciudad, venerado en dos casas museos, la escuela de música, una plaza y demás memorabilia en tiendas de souvenirs. En el museo de su casa de nacimiento cuentan que no murió tan pobre como se hace creer siempre, y que ganó bastante dinero en vida, pero que fue un derrochador. Murió muy joven dejando viuda y llena de deudas a Costanze a sus 29 años, y ésta, más inteligente que el genio de su marido, supo hacerse cargo del legado de Mozart, junto con su posterior marido, un danés con el que tras volver a viajar para propagar la obra de Mozart, se estableció hasta su muerte en Salzburgo, ciudad plenamente unida al apellido Mozart, ahora en forma de las bolitas de chocolate y mazapán que se venden por todas partes.

Ciudad musical, y de los trajes regionales de loden para los hombres, pantalones de cuero tiroleses para ellos y ellas, y vestidos dirndl para ellas. La oferta es apabullante, y un imposible no caer en la compra de algún abalorio, incluso para los que ya tenemos dirndl. Viniendo del norte de Alemania, resulta curioso ver a la gente con ellos puestos por la calle.

Encajonada en la montaña, a los que venimos de latitudes germanas planas, Salzburgo nos resulta como estar rodeados de paredes rocosas, como si la ciudad estuviese encajonada entre esos muros de piedra y árboles.

Hay mucho turista japonés, y español he oído en numerosas ocasiones. Y entre ellos, los turistas que hablamos la lengua, nos sentimos bien recibidos, pues podemos hablar con la gente, y sin embargo el acento es tan diferente, como lo son las expresiones tan distintas, que nos sentimos provinientes de otro sistema lingüístico. Aquí no se dice Tschüß, 'adiós' a la manera germana del norte, sino Servus. No se dice Guten Tag, sino Gruß Gott, el 'salude a Dios'  tan típico del sur. Y la carta de los restaurantes nos muestra platos muy diferentes, no solo en cuanto a la terminología para referirse a lo mismo.

Mozart bien vale una ciudad como Salzburgo, o al revés, Austria bien vale otro dialecto alemán, y su parafernalia tan diferente, la ciudad merece una visita y un buen madrugón, pero las fotos que iba a colgar en esta entrada, no merecen más minutos de mi sueño en un día que comenzó para mí a las cuatro y cuarto de la mañana. Mañana será otro día (en Salzburgo).

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