viernes, 25 de febrero de 2011

Por Zeus y Afrodita ...

... sin darme cuenta tengo el viaje encima. Dos mujeres de la misma edad, amigas de la adolescencia, tras 20 años sin verse deciden hacer un viajecito juntas para celebrar su 40 cumpleaños en 2009. Sin maridos y sin hijos, esa es la premisa. Y la experiencia en Estocolomo resultó tan gratificante que deciden realizarlo una vez al año, como si fuese por indicación médica. El último día de cada viaje se elige el destino del siguiente, así que en Estocolmo dedicieron que el siguiente sería en Florencia, de lo que ha hecho justo ahora un año ya, y en el vuelo de vuelta juntas hasta Zúrich, donde sus domicilios en dos países diferentes les separaron tras la escala, se decantaron por Atenas como destino para este año. Este fin de semana se resolverá el misterio de adónde irán el que viene, pero no hay que ser avariciosos.

El caso es que cuando hace un año íbamos del hotel al aeropuerto de Florencia en un taxi, para coger el avión de regreso, en una mañana de domingo muy soleada, traté de capturar alguna instantánea con mi mirada, mientras pensaba que en un año estaríamos en Atenas. Y recuerdo esa imagen que quedó en mi memoria, de barrios florentinos que tanto me recordaban a los barrios de Madrid, pero con las fachadas en colores ocre, típicos de la zona, y con aspecto de ser de gentes tan normales como los de cualquier barrio obrero, nada de Palazzos florentinos.

Ahora que el viaje es inminente, pienso en todo lo que ha pasado este año: demasiadas cosas, unas buenas y muchas no tanto. Y por eso veo este viaje como algo muy positivo, pues además de permitirme disfrutar de dos días con mi amiga, a la que veo tan poco pero con la que tengo una relación casi diaria (benditos sean los medios de comunicación de hoy día), el viaje nos abrirá a ambas otro país que no hemos pisado hasta ahora. Ahora mismo recuerdo mi lectura de La Eneida, que si bien es una epopeya romana, narra a imagen de La Odisea, que sí es una epopeya griega, la historia del griego Eneas, que sale huyendo de la Troya devastada para meterse en un periplo por el Mediterráneo sin saber por dónde tirarían para acabar años después fundando Roma y siguiendo con luchas y batallas contra cualquier pueblo enemigo. Me fascinó la obra, a pesar de que fue lectura impuesta para la clase de latín del instituto; pero esos años estuve inmersa en la época más clásica de Europa, con griego y latín, y voluntariamente. Ahora siento curiosidad por ver si soy capaz de reconocer alguna letra griega, tras tantos años, y si me suenan muchos personajes o dioses de aquellos años. Me atrae ver templos medio derruídos, estatuas descabezadas, y las imágenes que uno tiene de Grecia, que no son las que vi anoche en televisión de revueltas tras una jornada de huelga por los recortes de la crisis.

Pero ante todo, además de mi maleta tengo preparada la premisa número tres del viaje: lograr desconectar y no pensar más que en el propio instante. El año pasado no lo conseguí, pero estoy segura de que éste lo cumpliré, salvo alguna que otra cosilla que me quede en la mente, pero hasta eso me recuerda que la vida es una odisea y un divagar por tierras cercanas o lejanas donde lo que cuenta no es el objetivo, ni adónde te diriges, pues el lema de cada viaje, incluso en el que realizas cada día desde que te levantas hasta que te acuestas, ha de ser TÚ mismo, y nada ni nadie más. Por ti mismo haces las cosas y por nadie más.

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