miércoles, 9 de febrero de 2011

Cuotas invisibles

Esta vez he esperado adrede. Toda la semana pasada copó la actualidad el tema de las cuotas femeninas en altos cargos de dirección, si deberían ser impuestas o no. Como estas noticias van y vienen, en ciclos, tocaba otra vez, y de la misma manera que esta semana ha silenciado, hasta otra, le toca otra vez a la reforma del Hartz IV, el subsidio de desempleo para los parados permanentes. Y ayer justo me dije que hoy tocaría hablar del silencio de esta semana sobre el tema, tras haberlo lanzado, machacado, haber opinado unos y otros y haber rechazado la propuesta una Merkel categórica que ahora hace como si le importase. No, no, y no, ha dicho. Lo mismo que he dicho yo siempre. Eso es discriminación positiva, se dice siempre. Pero esto de dejar las noticias y los posts reposar en mente, hace que esta semana vea el asunto desde otras lindes.

Un reportaje en las noticias de la noche la semana pasada me lo hizo ver claro: en Alemania, las niñas hoy día son mejores en el colegio, hay más número de ellas en el instituto (para el que hacen una criba en Alemania en cuarto de primaria), hay incluso más licenciadas universitarias, incluso en carreras como económicas. Entonces, ¿cómo es posible que en los puestos de alta direción la cuota sea de un 17 % frente a un 73 % masculino? O como leí hace tiempo, en una carrera como la mía, filología, donde el 80 % de los licenciados son mujeres, ¿como puede ser que el 80 % de los catedráticos sean hombres? Mis respuestas son claras, pues tengo hijos en este país. Quizá, los que no los tienen, como Merkel, no lo tengan claro. Mismo su ministra Ursula van der Leyen está a favor de esa cuota, y como mujer privilegiada en un algo puesto de dirección del país, con sus 7 hijos, creo que debe decirlo por algo. Al igual que la jovencísima ministra de Merkel, Kristina Schröder, que ha anunciado recientemente su embarazo, y de la misma manera ha dicho que no se cogerá ninguna baja maternal más que la necesaria, y nada de las excedencias de las que "disfrutamos" todas, o mejor dicho nuestros hijos (y ellos lo merecen, por supuesto), pero que nos alienan del mundo laboral para siempre. Y si la misma Ministra de la Familia no predica con el ejemplo y teme quedarse sin el puesto y por eso volverá a las 6 semanas, ¿por qué nos piden al resto renunciar? Pero claro, no nos lo piden: la inexistente infraestructura nos aboca a ello. ¿Cuántas madres conoces tú que trabajen jornada completa?, le pregunté yo el otro día a una amiga mía que acaba de tener un bebé. "Déjame que piense", me dijo. "Sí, piensa, piensa", dije. "Ninguna", respondió. Como yo.

La causa es porque en este país las mujeres tienen que elegir entre su carrera profesional y tener familia, tan sencillo como eso, y los hombres no. Como a todas nos da el atontamiento por ser madres, y está bien que así sea, nos creemos que la pausa no nos va a hacer ningún daño. Y cuando la terminas tienes dos opciones: a) aceptar la situación y creerte que lo mejor es que no trabajes más, o b) no aceptarla y darte cuenta de que te han tomado el pelo.

Y ayer dijeron en las noticias que Merkel exige a las empresas horarios que permitan conciliar, no poniendo reuniones a partir de las cinco de la tarde. ¡Pero señora mía, si en este país los colegios acaban a la una, no hay comedores, y cualquier madre que esté en el trabajo no ya a las cinco, sino a las tres de la tarde será mirada por todos como mala madre, y no le darán ningún ascenso desorbitado para proteger a sus hijos, que la necesitan!

Pero ayer también se reanimó la polémica, justo cuando yo había decidido escribir sobre el tema de todas formas, por las declaraciones de Josef Ackermann, el presidente del Deutsche Bank, que contrario a las cuotas femeninas dijo que las mujeres harían más bonita y darían color a la junta directiva del banco. La reacción y las críticas no se han hecho esperar, y eso que el tema acababa de silenciar, hasta la próxima.

Yo me pregunto si verdaderamente no necesitaríamos estas cuotas ya que este país funciona con la ley del embudo para las mujeres y con un colador para los hombres. Ellos entran muchas veces por su propio peso, simplemente por todos los puestos que muchísimas mujeres capacitadas dejan libres para ellos. Siempre he pensado que la cuota no es necesaria, y a mí desde luego que no me gustaría ser la Quotenfrau, la mujer de relleno, pero si de esa manera se lograse algo, quizá sería la solución, ya que en el 2011 seguimos así y yo ya dudo de todo, pero desde luego que no me creo que aquí vayan a cambiar las cosas. Me conformaría con que mis hijas lo viviesen. Y sin embargo la reforma no ha de empezarse por los puestos de dirección sino en la misma sociedad, creando la infraestructura necesaria para conciliar y cambiando la mentalidad de que los hijos ya no son cosa solo de de la mujer, si no de dos, al igual que trabajar, y seguro que las cifras cambiarían y no serían necesarias las cuotas, pero así, las cuotas invisibles las ocupan ese excedente masculino que no tuvo que decidir nada.

1 comentario:

  1. El caso es que las mujeres siguen, a pesar de todo, ocupando muy pocos cargos de relevancia. En Alemania por las razones que aduces y en España por tradición.
    Una noticia en televisión, el otro día, se refería a cómo hay muy pocas mujeres que ocupen una plaza en las orquestas sinfónicas o que sean directoras de orquesta, y tras aparecer diferentes opiniones, se aseguraba que si las pruebas musicales para entrar en una orquesta se hicieran sin ver al opositor, sin duda entrarían bastantes más mujeres.
    Hay mucho prejuicio latente y demasiada poca voluntad de hacer efectiva la igualdad laboral para hombres y mujeres.

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