viernes, 11 de febrero de 2011

Buscando lo español

Como expatriado, siempre hay formas de buscar lo español. Yo hoy he vuelto a la tienda española, de la que siempre me vuelvo con un poco de España en el maletero. Hay de todo, y es muy difícil no sucumbir al "ay, altramuces", "ay, bonito del norte", "ay, fabes"... y llenas el carro. Hasta otra.

También puedes ir, algo que yo nunca hago, a un restaurante español. Yo estuve en uno antes de ayer, a sugerencia de uno de los grupos a los que doy clase de español. Pedimos unas tapitas, unos vinitos, yo una San Miguel, y los ocho que éramos metimos más guerra que el resto del local. Encima echaban fútbol en la tele, Alemania contra Italia, y yo, que solo tengo ojos para Joachim Löw, que iba muy guapo con su plumas, no me fijé en ningún otro, pero una alumna mía dijo que le gusta muchísimo más ver a la selección española, que son más guapos y vistosos que los jugadores alemanes. Lo dijo ella, no yo.

Al irnos les dije que estaba muy orgullosa de todos ellos: que llegarán lejos con el idioma, pues aunque estuvimos hablando en alemán, hablamos tan rápido y metimos tanto jaleo, que parecíamos un grupo de españoles. Y se fueron tan contentos a casa, y yo también, de lograr trasmitir ciertas sensaciones, como que por primera vez en los 21 años que llevo en Alemania, fuese posible pagar a escote, algo que aquí no se hace, pues cada uno paga lo que ha tomado, y nada más.

Y si das clases de español, piensas y analizas tu lengua y tu mundo, y tienes que defenderla y defenderlo de ataques, ciertamente justificados por ser distintito a lo de los otros, pero sí que de la prepotencia o de la ignorancia. Que todo lo que es distinto a lo tuyo sea ilógico es una percepción de lo más egocéntrica. Yo misma les hago ver que lo español no es lógico, pero tampoco lo alemán, que es una forma de ver la vida, y que el lenguaje es una forma de poner el mundo en palabras, y que por eso hay tantas interpretaciones. Y a veces se ríen, y otras me miran como si les hablase un extraterrestre.

Lo mismo le está pasando a mi hija mayor en el instituto estos días. Hoy van a la ópera con la clase, a la sesión de la noche, todo un acontecimiento. Tienen que estar ya a las seis y media allí, y me imagino que será para mostrarles el escenario, y todo lo que hay detrás, pues además llevan trabajando desde hace semanas sobre el libreto, las partituras, y todo lo concerniente a la ópera y los trabajos posibles: desde el apuntador, al músico de orquesta. Pero qué casualidad que la ópera que van a ver es "Carmen".

Antes de ayer, mi hija ya no pudo más y exclamó: "¡Qué ganas tengo de que pase la visita a la ópera!" Al preguntarle yo el por qué me dijo: "Porque no soporto más que pronuncien todo mal y digan "jola" para "hola", o Frascuita para Frasquita, y yo les diga que no se dice así, y que me digan que no es cierto". Estaba enfadada de que como española no le concedan ninguna autoridad en el tema. "Es que como eres tan rubia...", le dije para justificar, "o como eres tan de aquí no se creen que también eres de allí..." Pero le expliqué que sé muy bien como se siente, pues yo llevo un año justificándome porque en español la b y la v se pronuncian igual. Como si yo tuviera la culpa. Y encima te dicen que es ilógico. Lo es, claro que lo es, porque ilógico es todo lo que contrastamos a nuestra lógica, que no es nada lógica sino la suma verdad porque no tenemos otra. Puedes mantenerla a caricias, o puedes inflarla de estereotipos, lo cual es peligroso, pero lo más sano es si abres los ojos y observas a tu alrededor y lo que se te ofrece para ampliar el horizonte. Nada más sano, no me cabe duda.

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