lunes, 21 de febrero de 2011

Mayoría absoluta

La primera cita con las urnas en Alemania este año ha dado como resultado un cambio político en la ciudad-estado de Hamburgo, y una mayoría absoluta para el SPD. Que el SPD iba a ganar, parecía muy claro, pero la mayoría absoluta ha sorprendido a todos. Tras varios gobiernos en coalición en Hamburgo, al igual que en la mayoría de los estados federales, o mismo en el gobierno del país, un resultado así en una época en la que se aceptan las coaliciones de lo más raras, hace pensar que los votantes tenían decidido el cambio. En Hamburgo, ciudad bastión del SPD durante décadas, los 10 años de la CDU acabaron en un desastre: la reforma escolar exigida por Los Verdes para formar parte de la coalición con la CDU fue parada en el último momento por un referéndum tras haber invertido un montón de dinero en ella, eso sumado a que Los Verdes dejaran la coalición empantanada de un día para otro, y que el alcalde dimitiera el verano pasado, más candidato de poco perfil, Ahlhaus, le han devuelto el ayuntamiento al SPD y a su candidato Olaf Scholz. Ahora Merkel culpa al antiguo alcalde, Ole von Beust, del fracaso. Es fácil echarle la culpa al que se ha ido ya, y no criticar una falta de proyecto, y sobre todo una incomunicación con los ciudadanos y un candidato que no atraía nada. Y como conozco bien a mis Mitbürger, mis conciudadanos, aquí los cabreos se solucionan así.

Yo fui a votar, ... o lo que me dejaron se entiende. Al mediodía quedé con mi amiga española para ir a ver una exposición de un pintor del romanticisimo alemán, que trabajó y murió en Hamburgo, Otto Runge, y que en los 33 años que vivió, le cundió mucho más que a bastantes políticos. Tentada estuve de no ir a votar, y más cuando mi amiga resumió lo que yo siento: "Después de llevar mil años aquí, lo que podemos votar es como si nada", pero mi pleno convencimiento de que el derecho al voto es un privilegio del que hay que hacer uso, pues hay países en los que la gente muere por instaurar una democracia, me hizo pasarme por el colegio electoral a ejercer mi deber de ciudadana extranjera una hora antes de que cerraran los colegios electorales, que aquí es a las seis de la tarde: con mi condición de extranjera, lo único que podía votar eran dos listas a la junta del distrito, con nombres tan desconocidos para mí que tener que elegir entre ellos fue un capricho como cualquier otro: en cada una podía hacer cinco crucecitas, y en una de ellas les di las cinco a la lista del partido que voté, y en la otra elegí en plan "pinto pinto gorgorito", pero con un método más sofisticado: como ponía la edad y las profesiones de la gente, me decanté por los que más simpáticos me parecían a primera vista. En fin, qué más quisiera yo que poder votar a los importantes, pero para eso tendría que renunciar a mi nacionalidad española, y no me atrae la idea.

Pero tras haber criticado a Ole von Beust por la imagen que dejó en la ciudad, Merkel ha alabado la labor del ministro zu Guttenberg, y eso que cada vez está más claro que pagó para que le escribieran su tesis doctoral, escritores fantasmas los llaman. Para fantasmas él. El plagio no empaña su labor como ministro, dice Merkel. Yo creo que sí, y él mismo le ha pedido hoy a la Universidad de Bayreuth que le retiren el título de doctorado, ya que dimitir no quiere. Si no hubiese salido a la luz el escándalo, seguiría llevando el título de doctor. Curiosa costumbre en Alemania de que los doctores no son solo los médicos. Todo aquel que haya realizado una tesis doctoral, tiene derecho a que le llamen Doktor delante de su nombre. Rarísimo se me hizo durante años que mi jefe era un doctor, pero no como yo los entendía sino en economía; aquí el título de doctorado es mucho.

De momento Merkel ha perdido un estado federal y un doctor. Y el año, que se le avecina difícil, acaba de empezar.

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