sábado, 5 de febrero de 2011

Meditando

Yo no me habría enterado de que mi barrio es hoy el centro de la meditación en toda Alemania (¿y Europa?) si no fuese porque una amiga mía ha venido al evento. Me llamó allá por el mes de noviembre, para preguntarme si podía quedarse a dormir en mi casa este fin de semana, pues el día de hoy había aquí en Hamburgo una sesión del curso de yoga que está realizando para hacerse entrenadora de esta disciplina. Me encantó la idea, pues la última vez que nos vimos fue hace año y medio, tras habernos visto varias veces a la semana cuando ambas vivíamos en Bruselas.

La conocí en un curso de francés. Es alemana, y yo, como al final voy de española-alemana por el mundo, tiendo a arrimarme a los españoles y alemanes que me encuentro por ahí. Jamás olvidaré como un día en clase, cuando aprendíamos a describir el aspecto físico en francés, ella dijo que antes de su quimioterapia tenía el pelo diferente. Me sorprendió la fuerza con la que lo dijo, esa valentía para decir delante de practicamente desconocidos que había tenido cáncer. En otra ocasión, a solas, le pregunté, y me contó de su cáncer de pecho, contra el que había luchado en Colonia justo antes de mudarse a Bélgica. Y como en la Bruselas de los alemanes los caminos se cruzan varias veces, acabamos por tener amigas comunes y entablar una buenísima amistad. Desde hace medio año vive en Berlín, con lo que la distancia se ha reducido bastante. Y ayer, tras su llegada pasé una tarde/noche con ella tan estupenda que debería ser recetada por los médicos. Pasar tiempo con personas a las que aprecias mucho y que te demuestran que en el mundo hay gente maravillosa es mejor que cualquier spa, y gratis. Yo soy muy tacaña a masajes, y tratamientos cosméticos (salvo lo necesario), pero cada vez disfruto más de un fin de semana con amigos, una tarde de cine, y de hablar, hablar y hablar. Compensa las malas experiencias con la humanidad.

Y anoche, ambas, sentimos la comprensión de la otra: "Es que como Bruselas no es ni Berlín ni Hamburgo". "Cierto". ¿A que echas de menos el Delhaize [un supermercado]?" "Muchísimo". "Echo de menos lo relajada que vivía, y no como aquí en Alemania que la gente quiere darte lecciones todo el tiempo". Esto lo dijo ella, que es alemana. Ella lo tiene todo más reciente, y además estuvo el doble de tiempo que yo, que pasé tan solo dos años y medio en Bruselas, y si siente como yo, lo debe de estar pasando mal en Berlín, con lo que me gusta a mí Berlín. Pero es otra vida. "Los maridos se van a trabajar, los hijos al colegio, y nosotras...". "No sigas, te entiendo", le dije.

Hoy la tengo bien cerquita, en mi barrio, el centro de meditación (¿mundial?) en el día de hoy. Yo ya lo sabía que lo es desde hace tres años y medio, los que llevo aquí, pero era un secreto que no he compartido con nadie. El hecho de que medite yo en mi hogar, en el que se oye el silencio, no tiene repercusiones mundiales sino personales, pero que en MI barrio se organice un encuentro de meditación de yoga no deja de sorprenderme. Cuando hace tres semanas me volvió a llamar y me dijo "No te vas a creer dónde es el curso, ¡en tu barrio!", me empecé a reír. Con lo grande que es Hamburgo me sorprendió, pero al colgar me dije que ciertamente esto debe ser la capital de la meditación. Y esta mañana me solidaricé con ella y me di el madrugón, para desayunar juntas y acercarla al encuentro, pues creo que no iba a llegar muy "relajada" maldiciendo todo si hubiese ido andando con la que estaba cayendo. Al llegar y ver a tanta cantidad de gente vestida de blanco, algunos hasta con turbantes en la cabeza, no di crédito a mis ojos. Montones de taxis arrojaban meditadores profesionales en este barrio a las ocho menos veinte de la mañana, y todavía siguen en ello, hasta las seis de la tarde. "Vendré cansada", me ha anunciado, y me lo creo. Yo, con el sueño que tenía esta mañana le pregunté que si se puede uno dormir en esos encuentros, y me explicó que es imposible porque meditar es agotador y exige plena concentración. "Lo sé", dije. Debe ser un público especial el que se siente llamado a esos encuentros, mismo por el hecho de que al encuentro no era necesario apuntarse, y eso que solo hay dos en Alemania al año. "O sea, que pueden ir 10 ó 300", concluí, "¿pero qué ocurre si vienen 500 personas, algunas del extranjero como parece, y al llegar te dicen que lo sienten, que el cupo está lleno, qué haces, dices 'oooooooohmmmmm' y te vas tan 'relajado' a casa maldiciendo?" "Buena pregunta" me respondió.

Tengo mucha curiosidad por lo que me contará hoy cuando salga, tras diez horas meditando. Y encima le ha costado dinero tanta meditacion, cuando yo, si miro por la ventana y veo el diluvio con aires huracanados que tenemos desde hace dos días, medito gratis. Pero creo que a partir de ahora miraré este barrio mío con otros ojos, como centro mundial de algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario