jueves, 11 de abril de 2013

Desbordada

¿Cuál es el momento en el que te desbordas, y tienes la sensación de que no llegas a más? ¿El instante en el que te dices que o todos están locos o tú lo estás? Cada vez me sorprende más la facilidad que tiene la gente de soltar cosas de las que parece no darse ni cuenta de que son punzadas. Y soportas una, y otra, y un día, te tocan tanto las narices, que al comentario más tonto, saltas, y le pasas revista a lo de los últimos días, semanas, o meses. Nunca pensé que cambiar de vida fuese algo tan duro y que muchos se empeñen en que todo sigue igual como hace 10 ó 20 años. Cuántas personas en una situación así no habrán perdido a amigos, familiares, y gente. Una amiga mía habla siempre de la gente nociva que te chupa la energía. Existen por todas partes. Quizá en fases duras de tu vida, es cuando te das cuenta de quiénes son las personas con las que de verdad puedes contar, y cuántos se quedarán en esa otra fase pasada de tu vida. Pero no quiero partir panes con nadie concreto, sino son impresiones en general, porque mi agotamiento es proporcional a los días que me faltan para comenzar de verdad mi nueva vida, pues todavía me encuentro en el tunel entre una y otra.

Mientras tanto me doy cuenta de lo incompetente que es o se ha vuelto el mundo. No es posible solucionar o encargar algo, sin que te cueste un par de llamadas más de la cuenta, o estar detrás días seguidos. Llevo toda la semana coordinando asuntos para mi mudanza que a mí me parecía que estaban aclaradas. Pero no; hoy día hay que volver a recordarlo un par de veces más. Todavía me tienen que arreglar un par de trabajos chapuceros que dejaron sin terminar en el piso (en Alemania también se trabaja así), y ya he llamado varias veces para que vengan. Ahora mismo en cuanto termine este post, saldrá otro correo recordando que mañana es viernes, y que no he oido nada de nadie todavía.

Pero de qué me quejo, si tan solo se trata de que el chapucero del pintor me dejó todos los pestillos de las puertas pintados, de manera que ya no se pueden ni abrir ni cerrar moviendo el pomo, por nombrar una chapuza. Peor es, pienso ahora, lo que le pasó en Alemania la semana pasada a un estudiante. En la lotería de los miércoles, sacaron los números afortunados. El joven camarero de Hamburgo había acertado y hubiese ganado casi un millón de euros si no hubiese sido porque en el sorteo hubo un error: dos bolas se quedaron atascadas y no entraron al bombo, por lo que lo dieron como nulo. Y así el casi millonario se quedó sin nada, por una chapucilla única en la historia de la lotería alemana. Que te ocurra así es como que te toque la lotería, pero en malo.

Así que veré lo que me falta y lo que me incomoda como un par de bolas que se han atascado y no fluyen ni para un lado ni para otro. De todas formas, todo se solucionará, y si no, qué más da. Lo importante no es participar, sino solucionar cosas para poder vivir en paz.

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