viernes, 21 de diciembre de 2012

Jueves con sabor a viernes y a Nochevieja

El jueves que termina me ha parecido viernes todo el día. Ha sido el último día de cole y el comienzo de las vacaciones navideñas. Hemos estado toda la semana con fiestecilla de Navidad aquí y allá, que si el último día de esta clase, el último día en las otras. La semana se me ha hecho larga con tanto final de todo. Y mañana es viernes, y ya no concluimos nada, al menos yo.

Puedo asegurar que he llegado con mi último aliento al día de hoy, y que jamás había deseado tanto descansar como ahora. El año pesa también, y las Navidades son el último trance para el comienzo de un nuevo ciclo. Mi sensación a finales de año es la de haber tocado fondo y vislumbrar todo lo ocurrido en el año desde abajo, desde el pie de la montaña. Y cada 1 de enero de los últimos años, me siento como si estuviera en la cima de la montaña y empiezo el descenso, que no sé lo empedrado que será y las magulladuras y arañazos con los que llegaré hasta abajo.

Sé que quedan 10 días de este año, pero para mí ha terminado hoy. Ahora entro en estado de hibernación hasta comienzos de año y me arrullo en mi madriguera, a la espera de salir otra vez. Me recojo con buenos pensamientos. La vida nos da segundas oportunidades. Yo me obcequé en que no quería ser profesora para tras casi tres años en la profesión darme cuenta de que me aporta muchas más satisfacciones que sensaciones negativas. Me siento identificada con mi trabajo de enseñar mi lengua y mostrar al mundo parte de nuestra cultura. Soy feliz cuando alguien me dice que se lo pasa muy bien y que aprende mucho de todo en mis clases, y eso me resarce de momentos raros, como cuando el otro día un hombre, en la mitad de la clase, me dice que de dónde sé todas las cosas que sé. ¿Es un reproche? A halago no me sonó, por la forma brusca de decirlo.

País curioso éste en el que a la gente le cuesta reconocerte tu trabajo. Se asume que has de hacerlo más que perfecto y quejarse se les da de miedo, pero tardarán mucho en dejarte sentir seguro delante de ellos, por esas caras tan poco expresivas que ponen siempre. En Alemania la vida es opaca en cuanto a emociones, y transparente en cuanto a normas. Necesitarían legislar los sentimientos para poder expresarlos mejor, pienso ahora.

Y quizá por eso se vuelcan tanto con la Navidad, haciéndola tan ceremoniosa y tan duradera. El Adviento dura 4 semanas, y luego en realidad el 26 de diciembre, que es festivo también, el segundo día de Navidad, termina todo. Aquí la Nochevieja ya no se siente como Navidad. Y como tampoco hay Reyes, se estira todo lo de antes para luego tener tres días de Navidad. El resto de tiempo lo llaman zwischen den Jahren, 'entre los años', que son los días entre el 27 de diciembre y el 31. Yo me siento así desde hoy, entre los años. Siempre me ha parecido una expresión curiosa en alemán, pero creo que la entiendo más que nunca.

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