sábado, 29 de diciembre de 2012

Batallas interminables

Estas vacaciones navideñas voy a casi una película al día. He vuelto a ver E.T., en la tele, he visto la última de James Bond (horrorosa; no vuelvo a ver ninguna más de éstas), y hoy he visto "Orgullo y prejuicio", basada en la novela homónima de James Austen. Qué lujo de película y que maravilla de novelas las de esta autora del siglo XVIII. No he leído ninguna, pero me gustaría hacerlo. Le compré a mi hija para Navidad una caja con tres películas basadas en novelas de James Austen, y tras haber visto la primera, hemos decidido por unanimidad que las otras dos caerán estas vacaciones de fin de año todavía. Que ciertas novelas sean clásicos pese a retratar una época en un lugar concreto, es porque incluso 200 años después nos identificamos con ciertos personajes y vivencias humanas. La película recrea ese mundo de mujeres cuya única forma de supervivencia era el matrimonio, simplemente para tener un techo bajo el que resguardarse y asegurarse la existencia. El matrimonio era un seguro de vida y casarse por amor un lujo realizable solo para unos pocos.

Jane Austen murió a los 41 años, sin haberse casado. Al parecer rechazó una proposición de matrimonio, todo un "desperdicio" en la época, como lo hace Elizabeth Bennet en "Orgullo y prejuicio". La película tiene final feliz al terminar la protagonista con su enamorado, pese a las diferencias sociales, pero no se trata de una historia de amor sino de una sutil crítica a la situación de las mujeres entonces como productos apetecibles o no en el mercado del cortejo habitual.

Viendo eso, podemos decir que hemos llegado a mucho las mujeres occidentales hoy día, pero acabo de leer antes que ha muerto la chica que fue violada en un autobús en India a plena luz del día y con gente en el autobús; es otra víctima de los que se creen que las mujeres existen solo para su capricho. Igual de cobardes son los que echan a las chicas esas drogas en las bebidas tras cuya consumición no recuerdan nada, salvo imágenes borrososas y vergüenza en sociedades "modernas" por haber sido violadas y apenas recordarlo.

Ayer hablaba con una amiga de cómo el peso de la educación y la imagen que se espera de nosotras nos condicionan. Es una batalla de siglos, no cabe duda, pero parece que nunca llegaremos.

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