domingo, 31 de julio de 2011

El horno en llamas

La que podríamos haber liado, y no es broma. Me quedé muda cuando el horno donde estaba haciendo unas patatas asadas, algo de lo más normal en una casa, se puso en llamas y ni apagando el gas se iban. Conseguimos apagarlo, pero la sensación era la que hemos tenido toda la semana en la casa de alquiler en la que hemos estado durante una semana en la costa: te venden a precio de oro lo que no lo es. Y no es que yo necesite lujo en mis vacaciones, pero si que espero que la casa no contenga cosas roñosas. Me dan igual los muebles, y el estilo de la decoración, no espero nada más que lo funcional, pero si los sofás están tan desvencijados que cuanto te sientas y ves la tapicería raída te preguntas que cuánta gente se habrá sentado en ellos y en qué circunstancias, y te da grima, entonces es que no corresponde con lo que te ofrecen.

En el año 2011 me parece muy peligroso tener un horno de gas en una casa de alquiler en la que mucha gente pasa por ella semana a semana en verano, y encienda con mecha el horno sin saber cómo usarlo, pues la que se puede liar es buena. Viene una "alemana" como yo, o lo que es lo mismo, con una hija alemana que quiere hacerse su propio pastel para su cumpleaños, y te encuentras encendiendo el gas del horno y metiendo la cabeza en busca del lugar de la llama. Desde luego que llegamos a la conclusión que de cara al suicidio, hay mejores formas que un horno ;-). Como al final conseguimos hacer el bizcocho, y sin llamas, para la cena del mismo día metí unas patatas al horno. Tras las llamas las dejamos tal cual, duras, y pasaron luego por el microondas, y las puse encima de la barbacoa; faltó la cámara de gas... La casa estaba muy bien en general, pero no el contentido en útiles, siendo en la cocina el panorama desolador: ningún cuchillo decente para cortar al cocinar, sartenes que se pegan, cacerolas de esmalte de la época de maricastaña, ni una túrmix, ni un pasapuré (lujazo), ni cucharas de plástico o madera decentes para cocinar, un colador medio roto, ninguna tijera de cocina, ninguna fuente de horno (para qué).

Toda la semana me he acordado de mi sabia amiga, española, residente en Hamburgo como yo. Lleva 20 años alquilando casas y apartamentos varias veces al año y siempre dice que ella ya no alquila nada de españoles, que tienen las casas con lo peor de lo peor, por miedo a que les roben o les rompan las cosas, que ella ha llegado a pelearse con alguna agencia de alquiler por pedirles una lamparita para poder leer por la noche, o cosas que le parecían básicas. Y decidió hace años alquilar casas de alemanes, ingleses o cualquiera, pero no de españoles, por lo ruínes y desconfiados que son. Triste pero cierto, y corroboro lo dicho. El otro día en la casa que amigos alemanes alquilaban de compatriotas, vi que el cambio era radical, y el alquiler menor, a todo esto. Las sillas del jardín no se caían a cachos, como las nuestras, pues eran de hierro. Ellos se disculparon  porque no eran cómodas, y les dije que erán comodísimas, que las nuestras estaban para tirar a basura (alguna pegada con cinta adhesiva), pero que todavía pasarán más veraneantes por ellas. Lo que no entiendo es que no se den cuenta de que si la casa está mejor equipada, vuelves, pues nos gustó la casa y la zona, pero así todos vamos una sola vez. Por tanto, para qué invertir en ella incluso con un viajecito a Ikea, con cositas que como dueño de una casa tan bonita no te van a arruinar, pero sí que consiguen que cada vez que abres un cajón o armario de la cocina, pienses que no puede ser. Y me pregunto cuánta gente se preguntará lo mismo, estando de vacaciones con cosas peores que tienes en tu propia casa. Lástima, pues era una casa preciosa, de verdad.

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