domingo, 23 de junio de 2013

El precio del cambio

Estupenda película la que vi anoche y que la mayoría ya habrá visto: "Un franco 14 pesetas". Había oído hablar de ella, y sabía de lo que iba más o menos, pero es una de esas películas que hay que ver y caer en su encanto, pues cada frase y cada escena no tiene desperdicio. La película narra la historia de dos españoles que se embarcan a la aventura de la inmigración en los años 1960 y que llegan en tren a un pueblo suizo para trabajar. Se muestran las dos culturas, la española y la suiza (podría ser la alemana también) con tal crudeza, para bien y para mal, que yo, que conozco muy bien ambas mentalidades no pude más que sentir sus peripecias como las mías propias. La sensación de que no vive nadie en esos lugares, el deseo de querer ir a pasear por la Gran Vía, los momentos de soledad y desarraigo, tanto en uno como en otro lugar. Al final no son de ninguna parte, y encima luchan contra la ignorancia y el miedo a lo desconocido, tanto en uno como en otro lugar.

Me resultó sorprendente la situación de la mujer en esos años, que no es otra que la que palpado en mi infancia con lo que veía o las historias que me contaban. Por una parte ellos se jactan de que su mujer no debe trabajar; por otra parte son ellas las que cortan el bacalao y toman las decisiones gordas: si se van, si vuelven, si regresan o no. Muchos alemanes siguen diciendo que España es un país de machitos en los que las mujeres están totalmente subyugadas. Yo siempre les digo que en ese machismo de antaño eran ellas las que administraban el dinero de la familia y las que, en muchos casos, tenían firme al marido. Y que hoy día, por mucho que digan, las mujeres españolas han avanzado más que las alemanas en el mundo laboral es algo que no digo yo por mi propia experiencia sino la propia OCDE cada año con sus datos. 

Una de las escenas más logradas de la película es cuando están de vuelta en España y tienen a unos albañiles en casa. Estos dicen a los recién regresados que como en España no se vive en ninguna parte. Yo he oído esa frase multitud de veces. La suele pronunciar quien no ha vivido jamás en ningún otro país o ni siquiera ha salido de viaje fuera. El chaval, infeliz por haber vuelto y verse metido por decisión de sus padres en un barrio de ladrillos y patios en los que no hay apenas luz le pregunta a su padre si a él le han tratado mal los suizos, a lo que éste responde que no. 

Si no han visto esta película, véanla, tan actual de nuevo por los muchos emigrantes que están saliendo ahora de España por la crisis. Son personas las que se van y las que regresan, y el desarraigo es el precio a pagar sobre todo al volver. Por eso muchos no hemos regresado, aunque nos tiren muchas cosas de España y no tengamos familia cerca, que es lo que peor se lleva; y porque nuestros hijos, como le pasa al chico de la película, son de ese país que un día fue extraño a sus padres. 

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