Los camareros les dicen que qué bien hablan español, que es una maravilla, pues tampoco parecen españolas; a tal extremo llevan su camuflaje. En las tiendas las tratan muy bien por hablar español. "Por mucho que compren, yo creo que están hartos de tantos turistas alemanes", me dice la de casi 13 años.
Hoy se han acercado a Ballermann, el mítico bar en El Arenal conocido en toda Alemania, al que van los turistas alemanes "con clase" a beber sangría en cubos. Dicen que tampoco era para tanto; que estaba tranquila la cosa. Con la madre que tienen, que las ha llevado de día de paseo por St Pauli, tampoco se asustan facilmente, pues en la milla del pecado en Hamburgo se ve de todo, y hace poco vimos a un grupo bebiéndose "metros de cerveza": es un soporte de madera que mide un metro y que va lleno de vasos para compartir en grupo. Eran cuatro hombres jóvenes que ya llevaban dos metros...
La pequeña me ha dicho hoy que tiene ganas de irse al pueblo de su abuela, en Extremadura. Allí no hay playa pero la piscina es espectacular, y, aunque le guste mucho la playa y Mallorca, en el pueblo va de guiri auténtica y tampoco pasa nada. Debe ser eso, la sensación de ser uno mismo, y no un observador haciendo un trabajo de campo entre tanta sucedaneidad.
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