miércoles, 14 de noviembre de 2012

Peste o cólera

Hamburgo en los tiempos del cólera podría titularse uno de los episodios negros de la ciudad. En agosto de 1892, hubo una ola de calor en toda Europa. Todavía no estaba en funcionamiento el sistema de filtrado de la arena del agua, mandado instalar dos años antes. A todo esto estaban llegando miles de emigrantes del este de Europa, para salir desde Hamburgo en barco al Nuevo Mundo, en búsqueda una existencia mejor. En Kiev ya había cólera, y algunos lo trajeron de allí. En Hamburgo había 5.000 letrinas y 42.000 sótanos en los que la gente vivía hacinada en condiciones insalubres en espacios muy pequeños. El 13 de agosto muere la primera persona, un trabajador del puerto, que limpiaba desagües. Pero los políticos estaban más ocupados con la construcción del nuevo ayuntamiento, y con la decisión sobre la estatua que decoraría el patio. Los 600.000 habitantes de la ciudad estaban asfixiados de calor, pero no se imaginaban lo que se les venía encima. Otro que limpiaba desagües, muere el 17 de agosto y los síntomas eran claros: se trataba del cólera. El biólogo Robert Koch había identificado la bacteria 9 años antes, pero muchos médicos seguían creyendo que se se transmitía con vapores peligrosos emitidos de la tierra. El 20 de agosto se había extendido la epidemia por toda la ciudad, pero seguían sin confirmar que era cólera, a pesar de los ya 115 enfermos y 36 muertes registradas. Por miedo a que el puerto y los negocios de la ciudad se paralizaran, los representantes de la ciudad no tomaron medidas, por arrogancia e ignoracia. El dinero era más importante en esos momentos que las vidas humanas. Cuando el Gobierno del Reich en Berlín perdió la paciencia, mandaron al biólogo Robert Koch, que cuando vio las condiciones de vida tan insalubres en Hamburgo, dijo no creer encontrarse en Europa en cuanto a la pestilencia, y viviendas infrahumanas. Mandó cerrar escuelas, prohibió todo tipo de concentraciones humanas, y exigió que solo se utilizase agua cocida. Hamburgo fue puesta en cuarentena, y se paró el tráfico, el puerto, las obras, y las fábricas, y se cerraron las tiendas. Todo lo que la política quiso impedir fue realizado de golpe. De repente la ciudad empezó a oler a cloro, por los trabajos de desinfección, y aún así tardaron diez semanas en que bajara la cifra de nuevos enfermos. En total murieron 8.605 personas. El Senado aceleró entonces la instalación del sistema de filtrado de arena, que recordemos debió haber sido instalado dos años antes de la tragedia, y para ellos eso trabajó hasta los domingos y festivos, para empezar a funcionar el 27 de mayo de 1803. Entonces, los senadores, cuya incapaciciad no logró más que empeorar la epidemia, decidieron algo simbólico: cambiaron los planes de la fuente del patio del Ayuntamiento, y en vez de la figura de Mercurio, el dios del comercio, pusieron a Hygieia, la diosa de la limpieza y la salud. Y ahí sigue, montada sobre un dragón, sin que muchos sepamos que surgió de los tiempos del cólera y de una época, en la que como tantas, se descuidó lo básico para ensalzarse con obras faraónicas y símbolos.

Elegir entre la peste y el cólera. Esa es una frase hecha en alemán, que explica el tener que elegir entre dos opciones igualmente inaceptables. Eso es lo que tiene que hacer hoy mucha gente en España al decidir si sigue la huelga general o va a trabajar. Sé de muchos que no la siguen por lo que les descuentan de sueldos míseros, y si ya no llegan a fin de mes, la huelga es un lujo, como lo era un sistema de filtrado del agua a finales de siglo XIX en Hamburgo, cuando debatir sobre una estatua era más importante que tomar las medidas pertinentes. En España se ha tirado el dinero en aeropuertos innecesarios, la candidatura de Madrid a las Olimpiadas en dos ocasiones e infinidad de tonterías, y ahora se recortan derechos básicos logrados en décadas, tanto en educación como en sanidad, y en las condiciones laborales. Los beneficios no se repartieron, pero sí las deudas. Y encima nos engañan haciéndonos creer que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. La gente que gana mil euros desde luego que no. Eso lo han hecho otros. Y los que tienen sueldos tan bajos se lo habrán pensado y mucho si secundan la huelga o no. Pero desde luego que hay más que motivos para hacerla: los recortes no están dando los frutos necesarios, y se recorta aquí y allá, como se construyó aquí y allá también, en un abuso de poder y apabullamiento. Los recortes no se han debatido sino que se han impuesto, y ese presidente que quería mandar como "Dios manda" y como quieren los españoles lleva ya dos huelgas generales, y el descontento de la gente sigue creciendo. Se toman medidas o se da a conocer cierta información después de las elecciones regionales que toquen. Se gobierna, o mejor dicho, se malgobierna siguiendo plazos, y los que recortan son incapaces de renunciar a dietas y privilegios. La gente no cree en la política, pues se sienten engañados por una clase política incompentente los de antes y arrogantes los de ahora. Entiendo a los que no van a la huelga porque su sueldo no les da, pero desde luego que razones suficientes hay, más que nunca.

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