Los cines de mi infancia en Madrid, el Florida, el Oporto y el España no existen desde hace tiempo. Viendo la cantidad de cines de barrio que en comparación quedan en Hamburgo, me da pena que en España desaparezcan con tanta facilidad los cines de "toda la vida". Eran tres cines a los que podía ir andando, y cada vez que paso por los lugares donde estaban, me acuerdo de ellos y la de veces que fui.
El cine Koralle, cerca de mi casa aquí en Hamburgo, es un ejemplo de cómo se moviliza la gente aquí por buenas causas y para defender lo que consideran suyo. Creado en 1956, en 1999 tuvo que cerrar para que abriera una sucursal del Deutsche Bank justo en ese emplazamiento. Hubo muchas protestas en el barrio, juntaron 11.000 firmas, y se fundó una asociación cultural con el nombre del cine, recaudaron fondos y consiguieron un inversor y alguien que lo pusiera en marcha, para finalmente abrir en otro lugar del barrio en 2002. Ofrecen cine de calidad, en un ambiente agradable, palomitas recién hechas y sin el consumismo de las salas múltiples. En 2008 le dieron premios por su excelente programa juvenil.
Y de este estilo se mantienen más en Hamburgo. Me pregunto cuántos se han cerrado en España en los tiempos de la burbuja inmobiliaria para construir pisos, como fue lo que hicieron con los solares de dos de los cines de mi infancia. En el otro hay un bingo, que a pesar de la crisis se mantiene. Es como el puticlub del barrio: ahí sigue con su rótulo luminoso alumbrando cada noche, como hace más de 20 años, no como los cines.
Ayer me acordé de todo esto porque vi la tiernísima película "Cinema Paradiso", que me hizo llorar los últimos 10 minutos, como las otras veces que la vi hace muchos años, pero ahora por otras causas (debe ser la madurez...). La película no podría ser una mejor metáfora de lo que el "progreso" ha significado para esos lugares que eran la única posibilidad de diversión para muchos en pueblos o barrios. Con su desaparición se cierran capítulos de la vida de varias generaciones y me causa tristeza ver que en España, y probablemente en otros países del sur de Europa, se luche demasiado poco por causas así. En eso me quito el sombrero ante los alemanes, que se movilizan tanto por unas ranas, para que no las pillen los coches cuando se desplazan para el desove cruzando carreteras o lo que haga falta, como para que un cine no se deje comer por un banco.
En Hamburgo hay un cine que tiene un telón que está declarado "monumento", no el cine sino las cortinas, han leído bien. En los años 50, dada la escasez de cristal para pedrería, le cosieron al telón para que brillase los papeles de estaño de muchísimos bombones de chocolate. Fue una tarea bien dulce, y el resultado ahí sigue. En ese cine, por cierto, retransmiten en diferido óperas del Metropolitan de Nueva York y el ballet del Bolshoi de Moscú.
Me preguntó qué joyas artísticas se habrán cargado al cerrar cines emblemáticos de la Gran Vía madrileña y tantos otros de España. Me produce estupor ver que en España desaparece todo con lo que la gente no se forre. Los grandes se comen a los pequeños y al final casi todos los cines españoles son iguales, salvo un par de excepciones. Son esas salas multicines en centros comerciales, que aquí existen también pero no son la norma. Creo que mañana iré al cine, y no precisamente a uno de esos de 20 salas.
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