Ayer se cumplieron 20 años de los atentados en la pequeña ciudad de Mölln en los que murieron tres personas. Neonazis lanzaron a la una de la madrugada cócteles molotov a dos casas en las que vivían turcos. En una de ellas hubo 9 heridos graves y en la otra murieron tres personas: una mujer de 51 años, y sus dos nietas de 10 y 14 años, una de ellas estaba de visita de Turquía e iba a regresar al día siguiente. Fue el primer atentado con víctimas causadas por el terror nazi tras la caída del muro. Luego hubo otro, en Sollingen, en el que murieron 5 personas más, y otros muchos sin víctimas, pero con imágenes que todos tenemos grabados en la mente en Alemania, como cuando anteriormente ardieron viviendas de extranjeros en la noche de Hoyerswerda y Rostock-Lichtenhagen, por suerte sin víctimas.
Recuerdo la conmoción de ese despertar tras la horrible noche del 23 de noviembre. El shock para este país, que creía haber dejado atrás su pasado más ignominioso, atizó a todos con fuerza, con esas tres muertes por el capricho de dos hombres de 18 y 25 años, de extrema derecha. Al de 18 le condenaron a 10 años de prisión para menores y al otro a cadena perpetua. Ambos son libres hoy día y viven con otra identidad.
Ayer cientos de personas conmemoraron la tragedia en Mölln y los familiares de las víctimas rogaron que no se recuerden solo un día y luego a olvidar, como han sentido que ha sido el caso todos estos años.
Recuerdo perfectamente la sensación de rabia esos días hace 20 años, el sentir que el caldo de cultivo que se había ido creando con los constantes ataques de los políticos, con la demagogía que busca votos, tenía relación con el odio. Tras los atentados hubo en muchas ciudades alemanas cadenas humanas con velas, las llamadas Lichterketten. Yo participé en la de Hamburgo, la que se formó alrededor del lago del centro, el Alster. Recuerdo la multitud, la oscuridad de la noche, la luz de las velas, y el silencio del acto. Fue estremecedor. Cientos de miles de personas rodeamos los 7,4 km del lago grande, sin poder creer que eso había ocurrido en la Alemania de comienzos de los 90.
Desde la caída del muro han muerto en Alemania 183 personas por la violencia de la extrema derecha. Algunos les fueron atribuidos hace un año, al ser descubierta una banda neonazi, un trío de dos hombres y una mujer que llevaban una década cometiendo crímenes a extranjeros y que durante años parecieron sin conexión, pero que luego han resultado tenerla, además de poner de manifiesto que habían recibido información de la policía y fueron hasta protegidos. Este verano rodaron cabezas. Pero para las víctimas fue tarde. Para esas y para el resto de las 183.
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