Un amigo mío recién divorciado me contaba el otro día que revisando cosas de su antiguo piso, se encontró con una carta de su exmujer escrita a los tres años de matrimonio donde le decía: "te quiero, así tal cual, y aunque te regañe y te corrija, eso no tiene nada que ver con mi amor por ti". Mi amigo me lo contó riendo y diciendo que "menos mal" y "que lo tenía que haber visto venir". El matrimonio duró 7 años más de un continuo corregir y como consecuencia un continuo cabreo, pues ni le quería tal cual, y él se sentía acorralado continuamente. El comentario es fino. Cuántas personas se pasan la vida intentando corregir al otro, y así terminan las cosas. Los que no corrigen y quieren creer que el otro será lo suficiente inteligente como para darse cuenta de que él no es el único en la relación, pierden igual si el otro no se da cuenta de que con egocentrismo no se llega a ninguna parte, y menos si uno se ha autocorregido tanto así mismo como para adaptarse una y otra vez. Al final todo explota por algún lado: los que corrigen, los corregidos, los que ni siquiera piensan que han hecho nada mal, y los que no corrigen pero dicen bien clarito siempre que hay cosas que tienen que cambiar, para ser ignorados siempre.
Que la vida de pareja es difícil, no es nada nuevo. Que nadie está a salvo, también. El otro día leí que un supermodelo sueco, guapísimo, se ha separado de su novia también guapísima, dinero tampoco les faltaba, porque los compromisos de él no les dejan llevar una vida normal de pareja. Que no se ven, vamos. Heidi Klum al final se ha liado con su guardaespaldas, pues ése estaba siempre ahí, y ahora dice ser muy feliz. Y con su ex se juró amor eterno, años después de la boda también, con toda la tontuna que tenían ambos. Pero el amor eterno no existe si no se encuentra un consenso en el que sin autodestruirse o que te quieran convertir en otra persona, se pueda respirar como individuo, disfrutando además de lo bueno que tiene la vida de pareja. Si estás acompañado pero a la larga solo, o si estás solo aguantando rayos y truenos, y te vuelves a acostar una y otra vez solo, pensando que eso no es lo que tú esperabas de la vida en compañía, al final es mejor ver las cosas, y no seguir esperando a que todo lo que no ha cambiado en años, cambie por efecto de una varita mágica que no existe. Cada uno tiene la batuta con la que dirigir su vida, y por supuesto que si estás a cargo de la orquesta, o codiriges, no se trata solo de ti. Pero los músicos tampoco podrán comprender la pieza entera sin las otras partes, ni el público sabrá entender la pieza si solo observa a una de las partituras. El director podrá emperrarse en corregir a un solo músico, como si de él dependiese todo, pero incluso como directores de orquesta que nos creamos, de nosotros depende también la música final, y porque nuestra labor es la más silenciosa precisamente, pero no la menos susceptible a herir sensibilidades ajenas, debemos ser conscientes de nuestro protagonismo pero no de nuestro pleno dominio. Con tiranía no se llega a nada, ignorando tampoco, y con continuos reproches menos. Cuánto nos cuesta reconocer la labor de los demás, y cuántas veces nos creemos que nosotros somos las víctimas, cuando lo más fácil es volvernos a levantar una vez más, no ya por los demás, sino por nosotros mismos. Que cada uno saque las conclusiones que quiera. No me gustan las moralinas, cuando creo tanto en los puentes, pero estos está ahí para cruzarlos, no para quedarse a un lado y mirar el otro con miedo de lo que podría ser si... Los que han tocado lo más fondo del abismo y han tardado siglos en salir de él, empiezan un día a caminar hacia el otro lado en lo alto, paso a paso, y probablemente cuando llegan a él se dicen que por qué no lo cruzarían antes, que el otro lado no es en ningún caso peor, sino todo lo contrario.
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