Todos los años me vuelvo a preguntar por qué me meto en ese fregado, pero lo vuelvo a hacer, y hasta gustosa. Es la única costumbre alemana que sigo de las muchas que hay para celebrar con los niños a lo largo del año: los calendarios de Adviento. Y me he pasado casi tres horas de mi mañana, que aseguro que es muy breve, envolviendo paquetitos y colgándolos, escribiendo hojitas, y rellenando botita a botita, paquetito a paquetito, día a día. En fin, una tarea que se repite cada año y que muchas madres alemanas realizan estos días. En algunas tiendas hay mesas o espacios preparados en los que pone "ideas para el calendario de Adviento", como he visto yo en las últimas semanas, tan cuco como es el comercio.
Todo esto empezó a mediados del siglo XIX, en la tradición protestante, como una forma de ir contando los días hasta Nochebuena. Se colgaban dibujos en la pared, o se hacían 24 rayas en la misma, y los niños borraban día a día una. En el siglo XX aparecieron otros más sofisticados, en los que se podía ir pegando dibujitos, día a día, o abriendo ventanitas de las que saldría alguna imagen típica de la Navidad. En los años 50 aparecieron los de chocolate, en los que día a día se abre una ventanita, y sale una chocolatina.
La sofisticación (y consumismo) total es tal es que en los últimos años se envuelven 24 regalos y se cuelgan de algún sitio, o se colocan en bolsitas, o en alguna de las diversas posibilidades que ofrece la fantasía. La emoción es tal que, cuando llega Nochebuena, entristecen los niños (y los no tan niños) porque se acaba el calendario de Adviento, en vez de alegrarse de que llega la Nochebuena, y con ello el regalo gordo, ya que el día que se abre el último regalito es cuando se dan aquí los regalos.
Por eso estos días la conmoción ha sido total cuando la Stiftung Warentest, la organización de los consumidores alemanes financiada con dinero público y que desde los años 60 hace tests sobre artículos de toda índole, desde compresas o pañales a estadios de fútbol, ha analizado 24 calendarios de Adviento de chocolate. El resultado ha sido nefasto: los 24 contenían restos de petróleo que procederían del embalaje en el que se encuentran, de los colores de la caja o envoltorio, y tendrían efecto cancerígeno. Interesante la cifra, 24, y que todos ellos hayan dado un mal resultado, parece simbólico, o con tintes arma letal, teniendo en cuenta que en Alemania se venden cada año 50 millones de calendarios de Adviento de chocolate. A mí la cifra me acaba de quitar el hipo, pues yo no he comprado jamás ninguno, y menos los he consumido. El problema es que el chocolate reposa antes de su distribución y venta, y entonces las sustancias nocivas y cancerígenas, afectan al chocolate. Ayer varias personas en mis clases estaban consternadas por la noticia. Varios fabricantes, algunos de renombre, han retirado sus calendarios del mercado. Empiezan mal las Navidades.
Entre eso y que no había mula ni buey en el portal de Belén, según ha dicho el Papa recientemente, nos van a aguar las fiestas. Menos mal que Benedicto XVI ha confirmado que la Virgen María era vírgen, que si no...
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