Seguimos de verano total, y si lo comento de nuevo es porque aquí cada día de verano que tengamos hay que celebrarlo. Digamos que como son tan pocos, eso te condiciona a la hora de elegir actividades, y te obligas a hacer algo al aire libre, pues no es que si lo dejas para otra ocasión tienes muchos más días que elegir. Mis hijas querían ir hoy al cine, pero íbamos con otro niño alemán, así que nos decantamos por la piscina, para que no piense que somos raras. A todo esto aquí las piscinas son muchas veces lagos transformados en algo que parece una piscina, y yo, tan melindrosita que soy para esas cosas solo me baño si veo el mosaico azul del suelo y el agua es "azul". Pero esto tiene que ver con la socialización de mi infancia, al igual que la de la gente aquí, pues en Alemania en cualquier parque montan un pilón en verano donde los niños bien pequeños se meten desnudos y sin pañal si hace falta y donde a mí me daba grima ver a mis hijas meterse cuando eran pequeñas, pues en mi opinión era todo demasiado "natural". Y sin embargo hoy he notado el "daño" que les causan a mis hijas los veranos en España. Hoy, mi pequeña, que en España no salía prácticamente del agua, se ha bañado una sola vez y no quiso bañarse más. Me dijo que no le gustaba el agua, que bucear era como hacerlo en las tinieblas. Qué miedo, no quiero ni pensarlo.
Pero lo que quería comentar es la anécdota siguiente, que me ha parecido curiosísima. En toda la algarabía de la piscina, el jaleo de voces, lo normal en un sitio público, de repente sonó una voz a través de la megafonía pidiendo la atención de todos. Yo no di crédito a mis oídos porque al instanté silenció toda la piscina, en el agua y fuera. Todos se pusieron a escuchar. La voz siguió: "Hay dos coches que están bloqueando los accesos a dos casas. Son los vehículos con matrícula X e Y. Por favor retírenlos de inmediato porque los vecinos afectados van a llamar a la grúa". Le faltó decir "cambio y corto" pero de inmediato las voces rompieron el silencio sepucral durante el mensaje comunicado. Yo me reí, por la solemnidad del momento y me preguntaba si en España, al saberse de qué se trataba la gente no se hubiese puesto a hablar antes. Y recordé una situación parecida el sábado pasado, en un bar de carretera en plena Castilla. Los camareros empezaron a preguntar a todos los clientes, uno a uno, si un vehículo rojo que estaba delante de otro que no podía salir, era suyo. No era de nadie. A todo esto, tras pedir yo y mis acompañantes unos refrescos y estar en la barra, llega una estúpida y nos dice que ese sitio era suyo, que estaba en el baño y "había acordado" con la camarera que se lo pusiese justo en ese sitio en el que yo me había instalado. Como no soy nada beligerante, y menos si estoy toda relajada y a gusto, me fui, no sin comentar después que eso era el colmo, que hubiese sitios guardados invisiblemente. A partir de ahora usen este método en la playa, en las tumbonas del hotel, y digan todo convencidos "ese es mi sitio". Luego me arrepentí de no haberle dicho que de qué iba. Pero lo mejor fue que el coche de fuera que entorpecía era suyo, de quién si no. Y hoy me acordé de la situación y de nuestra indefensión a veces ante la estupidez en España, y de cómo nadie montó ninguna ante la desfachatez de la tipa, que para tomarse un té plantó su coche delante de otro, tan ricamente. En Alemanía la megafonía paralizó toda una piscina y a sus bañistas, y la amenaza de la grúa era real. Formas diferentes de solucionar la tontería humana, como vemos.
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