martes, 29 de marzo de 2011

¿De rebote...?

Me remiten estas líneas hoy, que publico tal cual, porque solemos confundir la seguridad en nosotros mismos con la que los demás depositan en nosotros. Yo no creo en las casualidades, sino en que si ocupamos un lugar o una función es por algo, e incluso porque nos lo creemos. Igualmente las ganas de cambiar algo son las nuestras propias, y no por lo que opinen los demás. Gracias por este ejemplo tan claro. Se podría explicar con peras o manzanas, pero al final la analogía con el fútbol es lo que entiende todo el mundo.


La vida es una continua evolución, o al menos, creo que debería serlo. Estancarse proporciona cierta estabilidad, y una falsa sensación de seguridad que nos suele ser agradable. Pero incluso cuando ese estancamiento es satisfactorio, ese proceso es necesario por la propia salud mental. Siempre hay que tener una meta, y a ser posible, alcanzarla para luego marcarse otra.

Y esa evolución llega, a veces, de forma abrupta. Pasas de una concepción de la vida o a otra totalmente diferente, de unas costumbres a otras, de unos pensamientos que considerabas pilares a otros en donde ni te imaginabas tan solo unos meses atrás. Y lo ves como natural, te sientes cómodo, e incluso te das cuenta de la falta que te hacia sentir de nuevo horizontes a los que dirigirte, especialmente al mirar para atrás.

De repente, te encuentras en una nueva vida, con nuevas rutinas, nuevas metas, nuevos caminos. Y realmente son nuevos...

Es como ese equipo pequeño, un Rayo Vallecano, un St., Pauli, que de repente, por sabe Dios qué carambola de la UEFA, entra a jugar en la Champions. Acostumbrado a su liga regional, tenia su hueco, sus maneras, sus costumbres....Sabía hasta dónde podía dar y qué podía hacer, y con qué equipos podía jugar y ganar, y con cuáles no. Pero de repente, se encuentra inmerso en el top, jugando con reglas nuevas, distintas.... Y juega el primer partido, y le sale bien, todo es mucho más sencillo de lo que parecía. Y sigue jugando su liguilla, donde va avanzando con buen juego y buenas impresiones. Y un buen día, le toca jugar en un estadio grande.... Ese Rayo, ese St. Pauli va confiado, pensando en que podrá manejar la situación, que no le hará mella la presión del público, que las crónicas de otras noches épicas en ese partido no van con él, porque hasta ahora todo ha ido bien, mejor incluso, de lo que podía haberse imaginado.

La mentalización en el vestuario es la de siempre: "Se tú mismo" dice el entrenador a cada uno de los jugadores. Y así hacen piña, y se sienten fuertes. Pero según se dirigen al césped, en el túneles, van viendo viejos pósters de aquellas noches épicas. De repente, alguien dice "Joder, la que nos va a caer encima". Y el resto de jugadores se quedan petrificados. Esos ecos de grandes gestas suben su volumen y resuenan en sus cabezas....

Intentando sobreponerse, salen al campo. El público, rival para ellos, anima a su equipo. El ambiente es ensordecedor. Acostumbrados a su pequeño estadio, de repente hay 80.000 personas gritando, cientos de focos, cámaras, periodistas relatando sus crónicas.... todos con sus ojos encima de ellos. "¡Si estáis aquí de casualidad!" gritan desde la banda... Y sí, es cierto, este equipo de repente se encuentra jugando en un Anfield, en un Wembley, en un Bernabéu, frente a frente a un equipo con el que hay mucha diferencia: en experiencia, en concepción de juego, aunque no en ambiciones. Ciertamente, hasta ese preciso instante, nadie tenía dudas, no había ni una sola fisura. Pero rota la primera vía de agua, las dudas de si estarán a la altura salen a flote. ¿Podremos mantener el tipo? ¿Aguantaremos su nivel de juego? ¿Soportaremos la presión? Queremos hacerlo, pero... ¿podremos...?... ¿....sabremos?

Comienza el primer tiempo, y el equipo local juega como sabe, con ambición, con nobleza, pero también con la experiencia que da el haber jugado muchos años en ligas superiores, en competiciones europeas. Y eso se nota... la presión es muy grande y hace mella en el Rayo/St. Pauli, empiezan a imaginarse los peores presagios y rondan por la cabeza: "No vamos a estar a la altura", "Nuestra manera de ver el juego nos dejará atrás frente al suyo", "Nos meterán una goleada y seguro que no pasamos de ronda"....

Todas esas malas sensaciones, esos miedos, se concentran en el tiempo del descanso. Y así se encuentra este equipo, angustiado por cómo plantearse la segunda parte, con gran recelo por no cometer errores que costaron caros en el pasado, a ellos mismos y a otros, intentado sobreponerse a comentarios desde la banda, y con desasosiego, pero también con mucha ilusión ante lo que viene delante.

En esos momentos, donde todas esas emociones se están removiendo, como si fuera nescafé en un vaso de leche, todo se enturbia, surgen las dudas, pero es así como se forjan los campeones. Si este equipo es capaz de hacer oídos sordos a la presión del público, si es capaz de concentrarse en ser "él mismo", independientemente de crónicas pasadas, si es capaz de creer en sus posibilidades y adaptarse rápido al juego de primer nivel, si es capaz de acostumbrarse a las nuevas reglas, y dejar en el olvido viejos esquemas, entonces no importará lo que haya delante, no importará la presión del público, ni las cámaras ni los focos. Entonces este equipo sabrá, que puede jugar en Champions, aunque haya podido llegar ahí de rebote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario