El otro día me dio que pensar que hasta en la noria, ¡y en las alturas!, había wifi y funcionaba de maravilla y al momento recordé la atracción de feria que precintaron en la verbena de San Isidro por estar soportada por barriles de cerveza. Tampoco tiene que haber wifi en una noria, de acuerdo, pero lo prefiero a la chapucería castiza.
Hay viajes que te hacen pensar. Ahora, de vuelta de Helsinki, reflexiono sobre ese extraño país donde hasta dentro del avión en la pista se recibe la wifi del aeropuerto. La sensación es que en otros países nos toman el pelo y que las empresas de telefonía se deben ahorrar mínimos gastos que aún así racanean.
Que yo no quiero vivir en Finlandia (mi religión, que es el miedo a la oscuridad y al clima me lo impide), pero que otros países europeos no hagan como si una wifi accesible en todo momento sea un imposible o una quimera.
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