domingo, 26 de enero de 2014

El camino a ninguna parte

Ayer vi una película que me gustó mucho, Hannas Reise, "El viaje de Hanna". Va de una chica berlinesa que quiere un trabajo, pero que para ganar frente a la competencia de otros candidatos al puesto, quiere ofrecer algo especial. Se va a hacer unas prácticas a Israel, a trabajar en un centro de minusválidos. Como ella dice, trabajar con judíos y encima minusválidos, solo puede ser beneficioso para su currículum. Además su madre trabaja en un proyecto alemán en Israel, con supervivientes del Holocausto, y prácticamente va obligada por las circunstancias.

Hanna se va a Tel Aviv y comienza su trabajo. Chica fina que es, tiene problemas con sus caóticos compañeros de piso. Choca desde el comienzo por los prejuicios contra los alemanes por su pasado. El humor es en algunos comentarios de los israelíes muy negro y agudo, y ella lucha contra que traten de hacerla sentir culpable por las barbaries cometidas por los alemanes. Ella dice que nació en 1986 y que no tiene nada que ver con el pasado alemán.

Pero "su" superviviente del Holocausto, como ella la llama, le cuenta de su madre, con la que Hanna no se lleva nada bien. La madre estuvo muy ausente cuando Hanna era pequeña, pues andaba por el mundo (Cuba, Nicaragua...) solucionando conflictos. También estuvo en Israel trabajando, como Hanna ahora. 

Y a raíz de un apellido, Hirsch, que le menciona la superviviente que le ha sido asignada, Hanna conoce el secreto de su madre, y lo que le hizo rebelarse contra su mundo. La familia judía Hirsch regentaba una relojería en Heidelberg, cuando vinieron a por ellos. Los padres de Hanna se quedaron con su piso y sus cosas. Cuando la hija se enteró, se fue. Por eso desde entonces trabaja en proyectos y guerras para redimirse a ella y quizá a sus padres y a todos los que acataron y callaron, e incluso se beneficiaron. 

Me gustó mucho la ironía fina de la película con todos: con los que quieren redimirse o sacar provecho del pasado; con los que seguirán toda su vida recordando que fueron víctimas, sin haberlo vivido ellos mismos; con los judíos alemanes que siguen echando de menos la tierra que abandonaron y que saben que con ellos acaba un eslabón. 

Y al final, cuando sale a relucir que ella está en Israel por querer ensalzar su currículum aderezándolo con una buena labor de conciencia histórica, se avergüenza porque en esa estancia se ha conocido a sí misma, a su madre, y su pasado.

Les recomendaría la película si supiera que la van a echar en España, pero me temo que no llegará. Pero la idea es para reflexionar. A mí una vez chica mexicana me echó en cara los crímenes de los españoles de hace 500 años. Lo de los alemanes está mucho más reciente, y tanto ni unos crímenes ni los otros se deben olvidar. Lo malo es que las verdaderas víctimas son las que llevan el pasado con dignidad y que muchas veces son los que no lo han vivido los que alimentan el odio. Algo así ocurre con la aversión que sienten los holandeses por los alemanes, y a veces muchos sorprendente jóvenes los que hablan con mucho desprecio de los alemanes. Nadie va a redimir crímenes contra la humanidad, pero juzgar y atacar a los que no tienen la culpa tampoco lleva a ninguna parte. 

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