En el camino herecordado a alguien que conocí y que murió por caerle una rama encima. Era un hombre excelente, una bellísima persona, y cuando se jubiló anticipadamente realizó un viaje con su esposa a Argentina. Pues estando allí en un parque le cayó encima una rama en el pecho causándole tales daños internos que de camino al hospital en la ambulancia todavía parecía sereno y hablaba, pero en cuanto dejó de hablar entró en coma y falleció.
Muchas veces hemos hablado mi familia y yo del destino cruel o lo que fuera que hizo que esa rama de ese árbol que llevaba ahí probablemente décadas o un siglo, o el tiempo que fuese, le tuviese que caer justo cuando él estaba ahí. Mala suerte que tuvo que ir de España a Argentina para fallecer relativamente joven por la caída de esa rama.
A menudo nos asustamos a mitad de la tormenta, cuando el peligro está en los días de calma, cuando menos nos lo esperamos. Tras la tormenta de hoy quedan los restos visibles, pero muchas veces los desperfectos no se ven y esos son peores. Las hojas y las ramas se pueden recoger pero los restos invisibles no. Mañana amanecerá en calma. Pero las tormentas siguen siempre.
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