martes, 8 de octubre de 2013

A pesar de todo son capaces

Mi padre dice que tras lo que ha visto hoy lo entiende todo. La visita al Reichstag le ha convencido. La accesibilidad para todo el mundo al Parlamento alemán, la organización desde el momento que llegas hasta que te vas, y que si bien hay vallas y controles y te van diciendo en todo momento por dónde puedes ir y por dónde no, no tienes la sensación de dispositivo militar como hay en los alrededores del Congreso de los Diputados en Madrid. No he visto a nadie en Berlín portando las metralletas a la vista como se ve en los aledaños del Congreso. Los edificios del Gobierno y ministerios alrededor del Reichstag parecen transparentes en comparación. Y solo cómo organizan la visita demuestra, dice mi padre, que nos pueden organizar a todos en Europa.

Razón no le falta. Llevo tantos años en Alemania como para no darme cuenta de estas cosas. Pero es cierto. Hoy hemos pasado por el piso donde vive Merkel y había dos policías a la puerta. Mis padres no daban crédito a sus ojos. Ni vallas, ni verjas, ni alambres, ni dispositivo policial cortando las calles de alrededor. 

También dicen que se sorprenden de que estén tantas tiendas abiertas y que no haya negocios cerrados. La gente vive, dicen, come fuera y gasta. Qué triste es el panorama en España, pienso cuando oigo comentarios así. Por otra parte yo sé que aquí no atan perros con longanizas, y que hay mucha gente que malvive también. Las ayudas sociales son mayores, pero aquí hay verdaderos barrios guetos. En ningún país desarrollado depende tanto el nivel de estudios del nivel de tus padres como en Alemania, ha vuelto a decir un estudio de la OCDE hoy. Cifras que no cuadran con la imagen que proyecta el país al exterior. También en la situación laboral de las mujeres con hijos estamos a la cola de Europa, y ellas engrosarán en un par de décadas esa bolsa de pobreza que acabará por inflarse aún más.

Pero sí, Berlín es más que una ciudad. Es el conglomerado de las antiguas dos Alemanias que han crecido en una, pese a parecer a menudo dos ciudades diferentes; es el reflejo de la multiculturalidad del país; es un crisol de nuevas tendencias. Lo que me gusta de Berlín es que no va de guapa, como lo hacen otras ciudades con tanta pedantería, como Hamburgo, y que me perdonen mis conciudadanos, pero es así. Berlín no se discute a sí misma como lo hacen machaconamente muchas ciudades, ni está anclada en el pasado a pesar de su historia, ni en sus episodios más terribles. Es una ciudad en la que yo respiro frescura a pesar y con todo lo bueno y lo malo de Alemania. 

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