domingo, 3 de noviembre de 2013

Un viaje lleno de aventuras

El otro día comentaba yo en clase que utilizar el metro en Hamburgo es para turistas aventureros. Manejarse en el sistema de transporte es lanzarse a la aventura y a las grandes sensaciones. Una máquina para comprarse un billete de metro es todo un sistema complejo de tarifas según horarios, zonas, billetes para grupos... Y ni en inglés, si es que lo sabes, te enteras. 

Hoy lo he vivido. Decidí aprovechar uno de los pocos domingos al año en los que abre el comercio, y de 13 a 18 h (que tomen nota en España, con los abusos que hacen al personal que trabaja los domingos) para irnos al centro en metro, algo que hago últimamente, por tenerlo (por fin) cerca. Al ir a sacar los billetes de la máquina (aquí taquilleros nunca ha habido, o al menos en los últimos 24 años) había una pareja delante de una y un grupo grande delante de otra. La pareja elucubraba y elucubraba qué billete tomar y eso que eran alemanes. Y en la otra el grupo tardaba y tardaba para sacar los billetes para todos. Así pierdes varios metros sin darte cuenta...

Pero luego llevábamos un par de estaciones cuando anunciaron por megafonía que nos teníamos que bajar todos en la estación siguiente y que autobuses preparados para ello nos llevarían las dos estaciones que no podíamos alcanzar en metro. Salimos todos y al llegar el autobús estaba lleno y el conductor nos dijo que esperásemos al siguiente. A todo esto hubo una situación que he presenciado aquí montones de veces durante los años que viajaba en transporte público a diario: una abuela (asesina) le pegó un empujón a otra mujer nada joven tampoco y le espetó "oiga, que yo también existo", como "autodefensa" porque quizá la otra la rozó o invadió su esfera, pues más no pudo ser, lo aseguro como "testiga". Pero un simple acercamiento, incluso si es por el tropel en el que estás metido, como era el caso en la parada, es aquí suficiente motivo para que una abuela matona se ponga ídem.

Luego íbamos todos en el autobús "pacíficamente", cuando por poco estalla otro conflicto. Yo iba hablando (en español) con mis hijas, que iban en los dos asientos de detrás, y hablábamos y hablábamos. Como aquí eso es una amenaza para la masa silenciosa, la abuela de mi lado, que parecía inofensiva, empezó a mirarme "inquieta". Hasta mis hijas dijeron "vamos a callarnos, que si no se lía otra vez". Y así fuimos riéndonos del personal y de lo mal que está la gente. Llegamos a nuestro destino con la sensación de que viajar en coche es mucho más relajante, aunque se pierda uno todas estas aventuras.

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