viernes, 22 de noviembre de 2013

La sordidez de una época

Como de un tiempo a esta parte estoy tratando de llenar lagunas cinematográficas, ayer me vi con mis hijas "Marcelino, pan y vino". No la había visto o no lo recuerdo. Como además lo que más tengo presente es la versión en dibujos animados que veían mis hijas en la televisión alemana cuando eran pequeñas, lo de ayer me supuso un shock. La serie, que es francesa, cuenta la vida del niño en el convento y de su capacidad de hablar con los animales.

La película de 1955, si ignoramos el patetismo de la España profunda, resulta entretenida. El niño es monísimo, y los monjes que lo cuidan muy tiernos con él. Y el resto es la España sórdida en la que los hombres gritan y tratan a banquetazos a las mujeres; el alcalde engaña para salirse con la suya y gobierna con el estilo caciquil tan conocido en muchos pueblos en esos años. Y luego tenemos el costumbrismo y folclore de la época a lo largo de toda la película. Pero todo esto me pareció "aceptable" como estudio de la época, hasta que llegó el final.

El niño se las apaña a lo largo de toda la película para darle pan y vino al cristo clavado en la cruz de una figura que hay en la buhardilla del convento. Y el cristo lo coge y se lo come y habla con el niño. Todo eso "vale" también... Pero cuando le dice el niño al final que quiere ver a su madre, que está muerta, el cristo le dice que si duerme la puede ver, a lo que el niño responde que no tiene sueño, y entonces le replica: "ven aquí, que yo te doy sueño" y lo abraza y el niño muere.

Mis hijas y yo nos quedamos patidifusas, más que cuando murió diCaprio en el Titanic. Qué horror de final, y cuantos millones habrán llorado con esa película. Me pareció muy brutal esa escena, por toda la carga psicológica que lleva. Cuánto daño ha hecho la iglesia en España. Qué culto más despiadado a milagros absurdos que muestran una brutalidad esperpéntica, por no hablar de todo ese culto a reliquias y más.

Y desde luego que me quedo con la serie de dibujos animados.

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