He vuelto tras más de seis años, y la ciudad me sigue gustando igual. Sí que me pregunto cómo una ciudad que siendo tan abierta al mundo por su historia y su puerto, se cierra de tal manera con un partido xenófobo y que solo hace política con odio también hacia la otra mitad del país.
Y en el tiempo que no he vuelto han abierto un pedazo de museo de estos que se hacen emblemáticos en una ciudad. El MAS, el Museum aan de Stroom, el museo a orillas de la corriente, que preside la parte alta de la ciudad y a la que ha llenado de vida. El edificio en sí es ya una obra de arte, con sus vistas a toda la ciudad, que van cambiando planta a planta, según se sube. Y en cada una de ellas, en la exposición permanente, muestran la importancia de Amberes antiguamente, y cómo alimentó el mundo y cómo se alimentó a sí misma.
Ahí sigue la corriente, en forma de río, de diamantes, y de moda. Todo parece seguir igual, pero me temo que no es el caso, y lo malo es que la ciudad se deja cortar la mano ahora por el gigante. También resulta brutal el barrio ortodoxo judío en el que no pareces estar en Bélgica ni en Europa. Me asustan los guetos religiosos, sean de la religión que sean. Demasiados caldos de cultivo. Pero la ciudad sigue ahí, con el orgullo de siempre, y a mí me ha encantado volver.
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