Desde ayer tenemos a Mary-Anne en casa, o mejor dicho a Mini-Anne. esta señorita apareció ayer en una caja bajo el brazo de mi hija mayor. Aquí yo no gano para sustos. De repente tengo a esto en casa. No, si la idea es buena, pero tanto como para regalarles a todos y cada uno de los chavales una muñeca de goma, o mejor dicho un tórax, pues como que me parece excesivo. A ver ahora qué hacemos con esto, con la de cosas de las que me he deshecho en mis mudanzas.
Ya nos informó en agosto el tutor en la reunión de padres. Visto que semanas antes hubo en Hamburgo un caso de un chico de 17 ó 18 años que cayó al agua al volcar su barca, y que nadie supo hacerle el boca a boca por lo que los daños fueron irreparables, alguien le propuso al profesor instruir a nuestros hijos en esto. A él le pareció bien la idea y organizó una vistita al hospital para aprender a reanimar. Dicha visita fue ayer, y a mi hija le hacía poca gracia, pues ya se negó a ir a ver el pulmón de un fumador empedernido en una broncoscopia hecha en vivo para alumnos de sexto entonces, como prevención a la adicción al tabaco. "Ve, que no vas a ver sangre, y así si me quedo tirada yo, me puedes reanimar", le dije.
Pero volvió con está Anna mini. A mí me da grima verla, pues la pobre no es muy agraciada y se reduce a este tórax. Cuando mi hija me enseñó la caja pensé que capaces habrían sido de regalarle una muñeca de goma hinchable. A mí aquí no me sorprendería nada.
Podemos practicar, eso sí, y mi hija me ha mostrado cómo se masajea el corazón. Pero cuando entro en la habitación y veo el tórax inerte, me da un vuelco el corazón. Pero pensándolo bien, por otra parte me alegro de que cada uno tuviese su Anna para practicar el boca a boca...
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