Todos acumulamos recuerdos, y no digo los que llevamos en la mente, que esos no ocupan espacio físico, aunque los llevemos siempre con nosotros y a veces nos resulten grandes como armatostes, sino que precisamente me refiero a los que ocupan lugar. Tras una mudanza en la que volví a tirar montones de cosas, ando estos días reubicándomente con todos mis documentos y papeles. Uno es un historial de carnés, fotocopias, títulos, diplomas, solicitudes, permisos, contratos, y todos estos le acompañan a uno toda una vida. He vuelto a ver papeles de hace más de 20 años, y ahí siguen, como si no hubiesen pasado los años por ellos. Y luego uno guarda además multitud de instrucciones, garantías, facturas... Llevo días tratando de poner orden en mi jungla de papel, y ya voy abriéndome camino y empiezo a ver la luz. Han salido montones de cosas para tirar, otras seguirán conmigo para siempre, pues es mi historia, y otras otra temporada, hasta que yo decida que han caducado. En Alemania además, donde hay mucho más formalismo con invitaciones, tarjetas para dar las gracias por haber ido a bodas, otras anunciando nacimientos de bebés, también los típicos sobres blancos con el borde negro que anuncian un fallecimiento, y todo es tan personal, que guardas y guardas. De España el montón era escaso y el de aquí enorme, muestra de la diferencia en los formalismos que hay en las relaciones sociales en uno y otro país. Son otra cantidad de recuerdos que ocupan espacio en algún lugar de tu casa, hasta que los repasas y decides que no los necesitas todos. Si encima se separaron familias, como es mi caso, se vuelven a hacer montones. Y repartes recuerdos. Sigue habiendo cosas que sabes que no vas a necesitar, pero las sigues guardando pues tienen toda la pinta de ser importantes, y sabes que si te deshaces de ellas, justo entonces las necesitarás. Por mucho que se digitalice el mundo, seguimos acumulando papeles.
A la carga de papel se le suma hoy día el montón de cables de aparatos que uno no sabe ni para qué son ni si se necesitarán, cds grabados con fotos y más historias, cuyo contenido uno ya desconoce, pinchos usb, tarjetas de datos... En mi cajón han aparecido dos móviles antiguos que nadie va a usar ya. Por suerte no tengo problema en deshacerme de lo inútil. El cubo de basura correspondiente a mi portal ya era grande cuando llegué. Al de papel lo he visto crecer en dos ocasiones. Cuando llegué era el de tamaño más pequeño que hay; antes del verano, tras llevar yo aquí unas semanas, le doblaron el tamaño, y ahora, cuando volví de las vacaciones, me encontré con que han puesto el más grande que hay. No pude evitar darme por aludida. No sé por qué creo que yo tengo algo que ver en el crecimiento del cubo de tapadera azul... Y sigo pensando que en mi casa sobran cosas, no solo papel y cables. Seguiremos ordenando. Poco a poco el resultado se deja ver, dentro y fuera, en lo físico, y en lo invisible. Importante es saber en qué lugar depositarlos todos.
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