lunes, 22 de julio de 2013

De secreto nada

Mis recuerdos de Cádiz nunca han sido muy buenos. La ciudad no tiene la culpa pero sí un campamento al que fui con 8 años. Lloré y lloré tanto porque me quería ir a casa que tuvieron que venir a buscarme mi madre y mi tío en una odisea de viaje, tan largo para la época, en un Seat 124 del momento. Es el típico episodio negro de la infancia que todos tenemos ocultos en el pasado y del que durante años no queremos hablar, sea de la índole que sea. Así que las dos semanas en las colonias a las que fui con mi prima, se redujeron a 3 ó 4 días. Sí que siempre he recordado la imagen de la ciudad, con su catedral y aspecto tan particular y tan diferente. 

Volví años después y me fascinó. Me encantan esas ciudades decadentes, en las que se aprecia la pátina de siglos. Ésa vez recorrí la costa este de la provincia: Gibraltar, Tarifa, hasta Cádiz capital. Y ahora mismo escribo desde Chiclana. Esta vez se trata de vacaciones playeras, y tras solo dos días estoy fascinada por las playas tan bonitas que tiene la provincia, nada que ver con esas playas tan edificadas que cada vez me gustan menos. El acento de la gente es muy simpático. Mi sobrino dice que aquí hablan con el "idioma de Cádiz". A mí me suena tan encantadoramente distinto, con ese gracejo que produce el ceceo, que me gusta oírles hablar. No me extraña que los carnavales tan parlanchines que tienen les salgan tan bien.

Pensé que la zona estaba sobre todo en manos del turismo español, pero he visto demasiados turistas extranjeros e incluso varios hoteles solo para alemanes, que tengo que cambiar lo que pensaba. No sé si es bueno o es malo. Ahora mismo hacen más falta que nunca los ingresos por el turismo, pero por otra parte parece que se ha corrido la voz en Europa de que eso es un paraíso playero. 

Las playas son tan grandes, que cabemos todos, como en las casas de mis padres, así que volveremos, unos y otros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario