Lo único que nos falta en nuestra casa es un centro de llamadas. "Si quiere hablar con Luisito y Jorgito pulse el 1; si desea hablar con Mari Pili y Anita, pulse el 2; si con Conchita, pulse el 3". Los abuelos se convierten en perfectos recepcionistas. Y si encima los padres de los niños están separados, las llamadas se multiplican. Familias "modernas" en verano.
Las abuelas no descansan, cocinando para toda la prole, y el resto, a ver como lo decimos para no herir sensibilidades, acabamos algo hartos de tanta algarabía, pues no somos tan pacientes como los abuelos son con sus nietos sino tan impacientes como lo eran con sus hijos.
Vamos, que si me retiro a escribir a un oasis de paz, no será en un pueblo en verano en España pues los críos no tienen hora de acostarse y los alemanes nos extrañamos algo, pues los que no descansamos somos los padres ni los abuelos. Yo sigo sin creerme lo de la vida
tranquila en el campo, si oigo además la de los robos y actos de gamberrismo que hay en los pueblos.
Pero sí, cabemos todos, y ciertamente yo conozco a mucha gente con casas grandes que no haría espacio a nadie. Yo vuelvo a lo de siempre: ni tanto ni tan calvo.
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