miércoles, 2 de julio de 2014

La amargura de ganar

El domingo pasado me gustó especialmente el artículo de Javier Marías publicado en El País Semanal. Hacía referencia a lo ingrata que es la gente ante los éxitos deportivos, que incluso teniéndolos recién horneados en las manos, clama más. Gana Nadal un noveno Roland Garros, algo nunca logrado por ningún otro tenista, y le preguntan que si ganará el que viene, gana el Madrid su décima Champions y dicen que a por la undécima. No da ni tiempo a festejar el triunfo. Y de la misma manera se han detrozado en un momento los éxitos de la selección española por el fracaso del presente Mundial. Jugando como han jugado, lo sorprendente sería que hubiesen ganado, pero es que tampoco entendí que la gente se creyera que la selección española estaba abonada a ganar los grandes trofeos hasta la eternidad y que los otros eran meros extras del Mundial.

En Alemania, cuya selección jugó pésimamente ayer pero que sin embargo se clasificó, se comentan hoy las declaraciones de uno de sus jugadores. Al ser preguntado por un periodista tras el partido sobre lo mal que habían jufpgado, dijo que habían luchado y que el partido no había sido malo. Ante la insistencia del periodista, ya enojado, le respondió que habían ganado y punto, y que si eso no contaba, y si la gente prefería un juego bonito pero que perdieran. 

La verdad es que la reacción del futbolista es justificada. Se puede criticar que no jugasen bien, pero es demasiado machacona la prensa al  insistir e insistir hasta que se diga lo que la gente quiere oír. Sorprendentemente, a pesar de las múltiples críticas al juego de los alemanes en el partido, la reacción ante el jugador cabreado han sido bastante unánimes mostrándole simpatía.

Vivimos en unos tiempos de locos en los que no basta con darlo o ganar todo sino que hay que dar eso y más. Se nos mide no por lo que hacemos sino por lo que no hemos hecho. La gente consume tu trabajo sin apreciar en muchos casos el esfuerzo, pero por eso es un placer cuando algunos sí lo ven. Pero hay que machacarse públicamente para que encima parezca que has trabajado. 

Por eso estoy disfrutando del partido entre Bélgica y EE.UU. mientras escribo esto. Le petit pays, como los belgas se llaman a sí mismos modestamente, están a punto de lograr una proeza, y yo me alegro. Están luchando como leones y el resultado es favorable para ellos. El otro día leí que de todos los jugadores belgas seleccionados, tan solo dos juegan en la liga belga, y el resto en ligas extranjeras, como el portero en el Atleti. Curioso dato. De la mima manera, me comentaba el otro día un alumno, la selección inglesa no da para sustos porque su liga está inundada por jugadores de otros países que luego compiten en su selección respectiva. Es el caso belga pero a la inversa. 

Yo, eliminada España, voy con Bélgica. Porque no son de ninguna parte. Y porque pase lo que pase en este partido de infarto, se sentirán ganadores por estar ahí. 





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