Al fin y al cabo qué es la vida si no un viaje largo e intenso en la que nos va creciendo el equipaje. Nacemos siendo una página en blanco que vamos rellenando. Al comienzo la rellenan nuestros padres por nosotros, con la forma de vida que te dan y que te cae, pues esto es como la lotería, y a partir de la adolescencia la empiezas a escribir tú mismo, sin orden alfabético, en un caos de vivencias, alegrías y desilusiones, sueños y chascos, y seguimos avanzando y llenando páginas, unas de color, y otras grises o negras.
También me ha felicitado Lufthansa con un video en el que salen azafatas, pilotos, sobrecargos, y más personal en una de esas cintas de los aeropuertos para que camines rápido, todos ellos saludándome a través de la pantalla y más o menos que haciendo la conga y soplando matasuegras. Tampoco es para tanto, aunque al decirme el correo que "felicidades" y que tenían una sorpresa para mí, me imaginaba que me regalaban un vuelo o algo suculento en cualquier caso.
Como las cosas no pasan porque sí, o eso es al menos lo que pienso, en mi último vuelo de hace dos semanas a Ginebra, volé haciendo escala en Bruselas. Da igual adónde me dirija en mi vida, todos los caminos parecen siempre conducir allí. Salimos con una hora de retraso, y era obvio que no iba a llegar a la conexión. Le pregunté amablemente a la azafata, y ésta me dijo que era muy justo, y que lo veía negro. Efectivamente aterrizamos a la hora a la que saldría mi vuelo. Entonces me dice a mí y a otro hombre que salgamos los primeros y nos encontramos a un chico joven esperándonos con un coche en la pista a la puerta del avió. Nos montamos y tras sortear aviones y atravesar las pistas nos llevó a la puerta del otro vuelo. Le dimos las gracias y entramos riéndonos ante tanta eficacia, pero gastando bromas de que esperábamos que fuese el avión correcto. Lo era, y gracias a un pequeño retraso que tuvo ese vuelo por esperarnos, no lo perdí y llegué a Ginebra, tras la conexión más rápida que he tenido en mi vida y sin poner un pie en la terminal.
La misma situación dos días más tarde en el aeropuerto de Ginebra fue resuelta de otra manera. Estando en la sala de embarque dicen que los viajeros con conexiones a Hamburgo, Goteburgo, y no sé qué sitios más, salieran urgentemente a la zona de fuera, donde se compran de billetes. Corre que te corre, tuve que salir, ponerme en la cola, esperar un montón de tiempo, y me metieron en un vuelo directo a Hamburgo que salía dos horas más tarde, por lo que tuve que esperar y esperar, además de tener que pasar de nuevo los controles de seguridad. Cuando llegué a Hamburgo vi que el vuelo que yo debía haber cogido llegó a la vez que el mío, por lo que lo hubiese podido coger sin ningún problema.
Yo lo vi muy claro esa misma noche: son dos filosofías diferentes de afrontar altercados. Los unos improvisan y los solucionan y los otros los solucionan también pero te complican. Definitivamente me quedo con la solución belga, y con la sonrisa del tipo que nos llevó a toda máquina por las pistas del aeropuerto y no las caras agrias de los suizos que por "ayudarnos" nos sacaron del vuelo pienso que sin motivo.
Lo importante es llegar, lo sé, pero a mí me gusta mucho eso del camino que se hace al andar.
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