martes, 4 de febrero de 2014

Paren que me bajo

Supongo que no seré la única a la que de vez en cuando le gustaría apostatar de la humanidad. Gritar "paren que me bajo". Entre la reforma judicial que quiere aplicar el PP a la manera que tienen de quitar derechos por que sí, sin debate previo, y que deja demasiadas lagunas para la impunidad, por no hablar de la ley del aborto, de la que no se quiere apear Gallardón, o porque ahora de repente la casa Real pretenda ser transparente fijando sueldos a sus "representantes, o dando a conocer gastos de más de cien mil euros en la remodelación de la página web de la corona o de 165.000 por las tres hospitalizaciones del Rey. 

Sigo pensando que la gente se comporta de acuerdo al linaje que le da su estirpe. No se trata de tener ni títulos ni poder, ni de ser un ministro, ni un millonario, sino de la ética personal y social de cada uno. Las personas son o actúan correctamente si se desligan de sus intereses propios. O como me decía antes mi hija cuando he vuelto a las tantas de trabajar tras un día que mejor olvidar, ella metidita en su cama, que su frase favorita es que no hay que tomar el camino más fácil sino el mejor, y mejor en el sentido de correcto para los demás. Con sus 10 años me contaba del abuelo de una compañera suya de clase, que se salvó luchando en la guerra pero no de que le delataran sus vecinos. Mi hija me decía con su lógica que tampoco en una época así era necesario ponerse en peligro sabiendo que tenías las de perder, que entendía que la gente lo hiciese tanto que no. Pero lo que no entiende es que hubiese gente que delatase a otros ni por qué beneficio personal.

Y esto se da en todos los niveles, simplemente con la educación o civismo de la gente. Cada vez nos gusta exigir más pero sin reconocer el trabajo de los demás; los que más demandan son los que no tienen ningún decoro en dejarte tirado a la primera. Falta coraje para exigir pero a la vez compremeterse uno a algo poniendo de nuestra parte. Ayer participé en una visita guiada en una casa Art Nouveau en Bruselas. La señora mayor que hizo la visita explicó todo con el cariño del que ama su trabajo y lo que está mostrando a todo el que lo quiera ver. La visita se prolongaba pero era tan interesante todo lo que decía que mereció la pena desde el comienzo hasta el final. Y de los participantes, la señora que más interrumpía y mas tonterías decía fue la que se largó antes de que terminase la guía y sin despedirse de ella ni darle las gracias. Falta el respeto en todos los niveles, al trabajo individual de la gente y al de todos como colectivo. Se trata de llego, consumo y me voy. Cuando yo quiera, como yo quiera y sin importarme quién en mi camino. 

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