miércoles, 12 de febrero de 2014

Las consecuencias de los impulsos

Cuando pasan los días sin que haya escrito ni una línea, pienso, como ya he comentado en alguna ocasión, en las entradas no escritas. Me siento como si se me perdiesen las ideas por el camino, pues las tengo, las hilo en la cabeza, pero ahí se quedan. Y como una de ellas sigue ahí todavía, la tengo que sacar, pues se trata de algo que no se puede olvidar fácilmente.

Aunque haya ocurrido hace una semana, es un hecho horrendo que ocurrió en Hamburgo la semana pasada, y no me quiero quedar sin contarlo. A comienzos de semana nos despertamos con la noticia de que una madre y sus dos hijos murieron por un incendio en su casa. Los niños tenían 6 y 7 años, y la madre 33. El padre no se encontraba en casa. Al ser una familia paquistaní, enseguida se pensó que era un ataque contra extranjeros como los que por desgracia han ocurrido en alguna ocasión en Alemania. Sin embargo, el viernes supimos que fue un niño de 13 años el que lo provocó. No puedo describir el estupor que sentí al leer la noticia y el escalofrío que me recorrió el cuerpo.

Para más inri el chico trabajaba de voluntario con los bomberos, algo muy común en Alemania. Además del cuerpo profesional, en Alemania existen en muchos barrios grupos de bomberos voluntarios, de adultos, y es muy normal que muchos chavales dediquen su tiempo libre a estos grupos. El chico ya ha confesado haber provocado el fuego, aunque dice que su intención no fue matar a nadie: simplemente siguió un impulso de prender fuego a unos papeles y los metió en un portal, pero el fuego se propagó rápidamte a los cables, y toda la casa ardió demasiado rápido. Hubo varios heridos.

Parece un mundo de locos en el que un chico de 13 años haga algo así y acabe con la vida de tres personas. Ahora está en la psiquiatría y como es menor los médicos pretenden hacerle salir del trauma sin que le quede sentimiento de culpa de por vida. Yo pienso que puede y debe quedarle esa culpa, pues con 13 años no se puede jugar con fuego y menos alguien que en su tiempo libre juega a apagar fuegos o por lo menos a comprender la fuerza de los mismos. En casos así pienso en los padres también. Yo no quiero vivir como madre una cosa así. Por supuesto que no podemos evitar lo que hagan nuestros hijos cuando no estamos con ellos, pero a muchos chavales de hoy día no les inculcan ningún tipo de responsabilidad frente a sus actos. Puede que actuase por un impulso, como dice, pero precisamente educar es frenar muchos impulsos, desde que nacen hasta que crecen. No es fácil, yo soy la primera que lo firma. Pero no tomemos la vía cómoda y no produzcamos egocéntricos que actúen a todas horas siguiendo sus impulsos.

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