jueves, 20 de febrero de 2014

Atención, fiesta

Crecer en España es un buen entrenamiento para la vida, créanme. Nos hace más tolerantes, y no tan tiquismiquis con muchas cosas cotidianas. Que el vecino hace fiesta, nos quedamos tan panchos, sin que nos moleste nada, ni se tenga que sentir mal el susodicho, y menos cuando lo que organiza es una fiesta como las de aquí, prácticamente silenciosas.

Mi vecina de arriba puso ayer un papel en la escalera anunciando que hoy celebraría su cumpleaños, algo que se se suele hacer cuando se hace una fiesta en un piso. Tocó incluso el timbre de mi casa y le dijo a mi hija que tratarían de no meter ruido, y que si fuese muy alto todo, que podríamos subir y darles un toque.

Hoy la vi y la tranquilicé. Y efectivamente, no está siendo para nada la cosa. He oido algunas risas a través de los muros de la casa, alguna voz en la escalera al llegar los invitados, la puerta quizá, que se abre más de lo acostumbrado. Ahora mismo baja alguno que se irá... Pero tampoco son las cinco de la mañana.

Triste que en Alemania haya que avisar tanto de lo que se avecina, cuando siempre pienso que es más la que lías previniendo, que la que se organiza en sí por la fiesta. Pero es la idiosincrasia de la cultura alemana. Todo el mundo tiene asumido que no es normal meter ruido a partir de las ocho de la tarde, como tampoco puedes taladrar, ni clavar clavos, ni hacer nada que moleste a los demás, acústicamente hablando.

Si pienso en los jolgorios familiares que montamos en España cualquier tarde, o domingo, o en un cumpleaños cualquiera, sin avisar, y nadie protesta, me parece que se vive mucho más relajado allí que con tanto control social aquí. Por otra parte en España vale todo a veces, y si alguno se pasa y algún vecino le dice que tiene que levantarse a las seis para ir a trabajar, muchos se reirán de él.

Ay los extremos. Qué poco me gustan, ni unos ni otros. Con lo fácil que sería si todos llevásemos puesto un dispositivo de civismo de lo que es normal, sin pecar de estruendo, ni de chafarte la fiesta mandando hablar bajo a tus invitados.

Por eso no voy a celebrar ya nada gordo en mi casa. Para qué. Pero le voy a decir a la vecina en cuanto la vea, que no les he oido ni cantar el "feliz cumpleaños", ni tampoco música ni nada. Vaya guateque. Mis hijas se han dormido como si tal cosa, y eso que la fiesta era justo arriba de las habitaciones. La próxima vez que ponga carteles más grandes aún en la escalera y que avise con más días de antelación. Para que sea más sonado aún.

1 comentario:

  1. jjajaja...son muy sosos y educados.Nosotros somos más salaos pero menos educación sí que hay. Lo que tú dices, los extremos no me gustan.

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