jueves, 5 de febrero de 2015

25 años

 Justo hoy hace 25 años llegué a Alemania. No es que ahora mismo el detalle sea tan importante, pues en realidad llega un momento en que da igual que sean 20 años que 30. Pero tiene algo de importante lo de los 25. Hoy ha amanecido nevado, algo que no me gusta, y antes de ir a trabajar he tenido que quitar la nieve que cubría el coche. Muy mal plan para una efeméride así.

Ayer, que fue el día en el que salí de España hace 25 años, sabiendo que no volvería, me di cuenta dónde estoy 25 años después. Iba camino de la escuela de baile, a la que mi hija mayor se ha apuntado, algo que aquí hacen los adolescentes para aprender a bailar bailes de salón y no pasarlo mal en la pista de baile por tener que improvisar. Justo pensé que lo que es la vida. Vienes con una maleta y 25 años después vives con hijos adaptadísimos que hacen lo que toca hacer en ese sitio al que viniste y los vas a recoger a una escuela de baile.

Yo estoy muy adaptada, puedo decir, y desde hace mucho. No obstante hay momentos en los que las personas de mi entorno me dicen que sigo siendo española y me hace gracia oírlo. El otro día propuse a unos amigos la sesión de las diez y media de la noche y entre semana para ver una película que queríamos ver, y algunos se escandalizaron, y dijeron que sólo a una española se le ocurre proponer esos horarios. O como el otro día, cuando creí pisar excrementos de perro, pero por suerte no fue el caso, pero sin embargo me limpié las botas en un cartel de las próximas elecciones al ayuntamiento de Hamburgo que había tirado en la calle de un partido muy populista que hace campaña contra los extranjeros, contra el euro y todo lo que esté en contra de los ahorradores y trabajadores alemanes, según su concepción, claro. No encontré sitio mejor y mi hija pequeña me dijo que ahí me salió la vena española, y puede ser. A veces pienso en eso de la mala leche, y algo hay.

En otros momentos, sin embargo, me sale la vena alemana, no me cabe duda. 25 años son muchos, y ya sabemos aquello de que todo se pega... Los alemanes son independientes, no se dejan juzgar, y viven y dejan vivir. Son muy autónomos con sus vidas. No critican sino que dicen "yo lo hago así", lo cual a veces podría parecer una crítica u ofensa, pero en realidad están delimitándose, y nada más. Los demás les importan en cuanto a que se adapten al bien común y a la norma, pero no por toda su carga emocional. Eso tiene sus inconvenientes, pero también sus ventajas por el sentido práctico que ganan las relaciones humanas, porque verdaderamente no te tienes que comer tanto el coco por las cosas y puedes decir bien clarito tu opinión sin que se ofendan, pues no importa tanto como en otras culturas lo que piensen de ti.

Quizá debería haberme tomado una copita hoy, dada la fecha, pero no lo he hecho. Una reunión de padres me ha hecho "celebrar" en compañía  y hablar de los asuntos de la clase de mi hija. Y es que 25 años después uno no puede decidir así tal cual "hago esto porque sí" o "me voy a vivir a... porque lo digo yo". Ahora digo y hago muchas cosas, pero con limitaciones externas y tampoco es que me importe. Cada fase de la vida te ofrece lo que toca, antes o 25 años después. Pero esta conmemoración no va a quedar así tan en plan "día normal". Haré lo que pueda este fin de semana para recordarme a mi misma que me merezco un par de medallas, o al menos así lo creo yo, objetivamente hablando.

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