miércoles, 4 de junio de 2014

París bien vale unas aventuras

Mi hija mayor anda en París. Se fue ayer, con su clase, en lo que son las jornadas de visita a los parisinos que ya estuvieron aquí en diciembre para completar los intercambios. No sé yo qué decir de estas cosas. Es todo muy bonito e idílico, los nuestros además van a París, que no es cualquier sitio, pero hay sombras sobre el asunto. 

Si bien nuestra experiencia con la parisina en casa fue en general buena, un par de detalles auguraban que a mi hija le iban a chocar ciertas cosas. Ayer ya las vio a la llegada y yo la consolé al teléfono diciendo que eso es una muestra de que le gusta mucho su vida, lo cual es una gran cosa, y de que en París también cuecen habas.

Y hoy, tras el primer día completo, tenía mucho que relatarme. Como han tenido que ir un par de horas al instituto, ella y sus compañeros han experimentado las aulas francesas. Como los han repartido por diversas asignaturas, a mi hija no sé por qué la han metido en la clase de integración de  extranjeros, será por lo nórdica que parece. Como habla español, la han sentado al lado de un chileno, y luego ha escuchado toda una sesión de reyes franceses sobre los cuales han tenido que escribir un test de inmediato. Toda la información y respuestas del examen estaban en la pizarra; aun así, dice, la mayoría apenas acertó tres respuestas de diez.

Pero el shock vino después cuando comprobó que los chavales de 13 y 14 años beben alcohol en el instituto. Y que la chica con la que está le dijo algo "alegre" que quiere que vayan a una fiesta el viernes por la noche que comienza a las 8 y en la que, como le ha contado orgullosa, habrá alcohol. En Alemania por supuesto que hay chavales de 13 y 14 años que beben pero mi hija todavía no acude a fiestas nocturnas, ni bebe alcohol, y por eso anda muy confundida. 

Así que yo he colgado algo compungida. El caso es no estar tranquila nunca (frase típica de una madre; la mía la habrá dicho un millón de veces). Yo por ella estoy tranquila, pero ahora tiene el papelón de decirle a la otra que no quiere ir. Pero lo mejor ha sido cuando la hermana, con el sentido práctico que tiene me ha anunciado que ella no quiere hacer intercambios de nada. Le he dicho que no se precipite, que seguro que cuando le toque le apetece y me dice que no, que no diga que es normal meterse en casa de una borrachilla, de alguna bulímica (esto es verídico, a la francesa del intercambio con una compañera de mi hija tuvieron que venir a buscarla sus padres debido al estado grave en el que estaba; para más inri la chica cayó en una familia en la que la madre es paiquiatra y la caló el primer día y en la primera cena); pero mi hija prosiguió: o en casa de alguna silenciosa (otra amiga está con una introvertida que no abre la boca. Al final me he tenido que reír y decirle que visto así... 

Pero claro, también tengo que decir que es París y quién tiene la oportunidad de vivir a esa edad una experiencia así. Los hamburgueses dicen que Hamburgo es la ciudad más bonita del mundo y a mí me sacan de quicio cuando lo dicen. Patriotismo barato. Tendrían que haber visto la cara de nuestra parisina cuando volvía de las excursiones aquí en Hamburgo en pleno diciembre, aterida de frío y con cara de "pero quién dice que aquí se puede hacer turismo anocheciendo a las cuatro de la tarde y con este frío". Yo le decía que es un privilegio haber nacido y vivir en una ciudad como París, y me decía que sí, en una mirada en la que se veía la Torre Eiffel y más.

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