miércoles, 17 de diciembre de 2014

Una puerta más

Hay días para todo. Sólo tienes que levantarte y hacer lo que toque ese día concreto. Unos días sales a trabajar, otros te vas de viaje, otro deshaces maletas, otro corres de un lado para otro, otro te llevas un susto, otro un disgusto, otro estás exultante, otro haces varias de estas cosas a la vez. Y otro día te levantas fatal con algo de fiebre por una mala bronquitis y además de tener que trabajar tienes una cita a la que no puedes faltar. 

El día ha sido de lo más "diciembre" de Hamburgo que se pueda uno imaginar: gris, poca luz, humedad que te cala hasta los huesos. Nunca había entrado en el llamado Palacio de Justicia, ni había tenido una cita en un juzgado. Interminables pasillos vacíos, puertas y más puertas. De vez en cuando salía alguien de una puerta con papeles en la mano camino de otra puerta, tras la que desaparecía engullido para siempre, mientras que alguno que otro volvía de camino a la puerta de la que había salido.

Qué diferencia a cómo nos casamos, en la mayoría de los casos, con mucha gente alrededor, comida, fiesta, como si nos fuera en ello la vida. Y de hecho se nos va mucho de ella en ello, no sólo en la boda sino literalmente en lo posterior. Y otro día te ves en una sala de un juzgado, y la jueza lleva toga, la abogada también, y como en la boda te hacen ponerte de pie y la jueza te dice un par de frases tras  las que al final yo pensé "y qué ha dicho?!", pero la última frase la pillé. 

Resumiendo, he salido de allí con otro estado civil. Lo que más me ha sorprendido es que antes de oír esas frases todavía te preguntan si has cambiado de idea. Ese momento me ha parecido surrealista. Sí, mire, he llegado hasta aquí hoy y justo ahora me lo estoy empezando a pensar otra vez... Por lo visto ha habido algún caso así. No es el mío, sin querer ser desagradecida por todos los años buenos, que no olvido tampoco. 

La abogada nos dijo que en realidad el papel del divorcio sólo sirve para dos cosas: para volverse uno a casar, o para la defunción, y para éste último caso, comentó, en realidad da igual. Qué prácticos somos los humanos. Qué manía con ponerle nombre a todo, ya sea el derecho o el revés, y el orden aquí verdaderamente no cambia el resultado. Pero las cosas que se comienzan se acaban y hay que hacerlas bien: en un momento de tu vida eso significará una de las opciones y en otro justo la contraria. Pero vamos, que es cuestión de percepción. 


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