Durante mi reciente visita a Roma hubo un lugar que me llamó especialmente la atención. Por estar además cerca del piso en el que nos alojábamos, pasábamos todos los días por allí para alegría de mis hijas. Se trata de un hogar de acogida para gatos callejeros, el Santuario de Gatos Torre Argentina. Pero no es un un lugar cualquiera sino unas ruinas romanas, como no podía ser menos. Se puede visitar todos los días de doce a seis.
Fue fundado en 1993 por dos mujeres que vieron como necesidad ayudar a los gatos, que no recibían ninguna atención veterinaria y se reproducían de manera permanente. Aquí no solo los estirilizan, sino que les dan de comer, los vacunan, y los dan en adopción a quien lo solicite. Los voluntarios no reciben ningún apoyo financiero, y se financian a través de donaciones y de las ventas en la tienda.
En agosto de 2012 las autoridades trataron de cerrar el lugar, apoyados por arqueólogos. Pero lo pararon por un cambio dado por las elecciones. Pero no se sabe lo que pasará en el futuro. Una de las fundadoras murió el año pasado y todavía quedaba una corona de flores seca que nadie se ha atrevido a quitar.
Me pregunto, dada la afluencia de turistas en otras ruinas romanas de la ciudad a las que sacan mucho jugo, como el Foro Romano o el Coliseo, si no es mejor que sigan dejando este lugar para los gatos, que viven ahí en paz para deleite y asombro de cualquiera que pasa por ahí. Lo siento esta vez por los arqueólogos, rama científica que admiro mucho, pero el lugar tiene así como está una magia especial, y para qué tocarlo, pues además es un ejemplo de altruismo y dedicación a una buena causa y de que no todo se ha de comercializar y explotar.
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