sábado, 15 de marzo de 2014

Aquí no hay crisis

Esas han sido las palabras de mi hija de 10 años cuando hemos ido a coger las maletas al llegar a Hamburgo. Apenas hemos aterrizado, nada más llegar a la cinta donde debían salir las maletas, ya estaban en ello. Al llegar a Madrid las últimas veces, nos ha tocado esperar mucho, y en verano fue demasiado tiempo, y todo por falta de personal. Llegas a Barajas y la sensación es que son cuatro gatos los que mueven el cotarro de las maletas y yo noto el desamparo de los trabajadores.

Por desgracia yo sé que aquí la crisis la tendremos muchos en unos años, pero eso ahora no se ve. Es lo que ocurre en Alemania: a primera vista no se ven muchas cosas, pero hay grandes brechas sociales y se descuidan temas muy importantes. Pero acabo de llegar y no voy a elucubrar sobre lo que ya me sé de memoria, sino sobre impresiones de dos semanas en Madrid. 

El cielo es de un azul tan increíble que al verlo cada día he pensado en que por eso el de Hamburgo, cuando está azul, me parece estar desteñido.
En Madrid, a pesar de la crisis, están surgiendo lugares deliciosos, o justo precisamente por la misma: la necesidad está haciendo que jóvenes emprendedores abran comercios con mucho encanto. Espero que todos triunfen y no se ahoguen en la precariedad a la que está llegando todo.
Proporcionalmente a los sitios que abren en zonas como Malasaña, Chueca o Conde Duque, los barrios con "menos encanto", digamos, ven cerrar establecimientos de toda la vida. Del cierre del tinte de mi barrio ya hablé, pero otros que se atrevieron con algo muy necesario, como un zapatero que se atrevió hace unos 2 años a abrir un puesto de arreglos de calzado en un local de la galería que estaba llena de puestos de alimentación durante mi infancia, y que han ido cerrado casi todos en la última década. Yo le llevo trabajo cada vez que estoy en Madrid, y ayer me decía que lo tendría listo en nada. Le dije que con tenerlos por la tarde me valía y me contestó que no tiene trabajo, que la gente no se gasta 10 ó 15 € en arreglar zapatos porque por ese dinero se compra un par nuevo y lo vuelve a tirar. 

Me dan alegría las ganas con las que gente tan joven abre negocios y siempre espero que con ellos se termine en España esa mentalidad que me parecía que existía mucho siempre de que si no me forro cierro el negocio, porque aquí en Alemania existen muchas tiendas pequeñas innovadoras que les permite vivir a sus dueños y realizar su sueño. Pero que la gente no lleve calzado a arreglar es otro síntoma de que algo va mal. Y los barrios se quedan sin muchos servicios para sus moradores e invade la mala calidad en michos productos. Pero a quién le importa todo esto, salvo a los que lo sufren.

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