En Alemania hay estas semanas acaloradas discusiones con famosos que se mojan a favor de que Alemania acoja a toda esa gente. Otros se indignan de que nos inunden y expresan sin tapujos fobias y miedos. Para eso tenemos una democracia. Opinar es libre. Pero además tenemos a los que se dedican a prender fuegos en estos campamentos de refugiados o en los albergues donde los meten. Se publican en internet mapas con la localización de los refugiados para que se los ataque.
Hoy el presidente Gauck ha hablado de la "Alemania oscura", un término polémico utilizado a comienzo de los 90, en la época tras la reunificación alemana, por parte de muchos arrogantes alemanes occidentales para referirse a despectivamente a los ciudadanos de la Alemania Oriental. Sin embargo Gauck sabe muy bien por qué utiliza este término: en diciembre, en las manifestaciones que hubo de Pegida, el movimiento xenófobo en ciudades de la antigua Alemania Oriental, estos hablaban con desprecio de la "Alemania oscura" para referirse a los islámicos y todo lo "no alemán". Y Merkel ha ido hoy por primera vez a visitar un campo de refugiados, acto que brillaba por su ausencia hasta ahora y por lo que se la había criticado mucho.
Alemania tiene la obligación moral de recibir refugiados. Recordemos que sin las ayudas que vinieron desde fuera tras la II Guerra Mundial no habría sido posible el "milagro alemán". Y los países ricos deben acoger a más gente. Pero sobre todo no sé de que nos sorprendemos ante la avalancha de gente que llega a participar del primer mundo. A mí si me hubiese tocado un país en guerra, miseria, de abusos dictatoriales, de vejaciones a mujeres, o donde se ignoran los derechos humanos, me pondría la primera en la fila para atravesar el Mediterráneo o lo que tocase y participar del mundo de privilegiados. Tenemos el mundo injusto que hemos creado. La riqueza de los países ricos es en base a que más de la mitad del globo vive malamente, y en vez de ayudarlos en sus propios países, si necesitamos además su petróleo o materias primas no hacemos nada frente a las injusticias o encima apoyamos a dictadores que se enriquecen mientras sus pueblos viven en la miseria más absoluta.
Claro que hay que ayudar, y sin rechistar. Que por supuesto no podemos acoger a todos, está claro. Pero es que no se trata de eso. No podemos mirar a otro lado ni que nos sean indiferentes esos barcos de refugiados que llegan, como hoy, con 50 cadáveres entre los otros que sí que han conseguido llegar vivos. Más los miles que han muerto en estas travesías. Que no nos den todas las tragedias que somos capaces de soportar. Parece que sigue sin ir con nosotros.
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