domingo, 9 de agosto de 2015

Vendo consejos

Ya he vuelto y me he vuelto a ir. Sigo acumulando impresiones veraniegas. España quedó atrás, hasta otra, y la vuelta fue suave, en uno de esos vuelos que cada vez está más cargados de españoles con vínculos con Alemania. Cuando vuelo suelo devorar prensa, pero en este vuelo no pude concentrarme. Había demasiadas conversaciones interesantes a mi alrededor. Detrás de mí se organizó una buena tertulia. Había un alemán de Hamburgo que vive en Espana y que viajaba con su mujer española y sus hijas mezcla y se enredó a hablar en alemán con un estudiante aventurero germano que venía vestido estilo Indiana Jones y que, como (le) contó, venía de Brasil. El que dirigía el cotarro de la conversación era el padre de las dos niñas pequeñas, que ya me llamaron la atención porque, aunque él las hablaba en alemán, ellas se empeñaban en contestarle en español, lo mismo que hacían a esa edad mis hijas, pero al revés. A la ventana de los dos animados conversantes iba una chica que de repente fue invitadaa conversar, pero en español, porque alemán no hablaba. Iba de camino a Hamburgo, a ver a su novio, que estaba haciendo un curso de alemán allí. Ella no había visitado nunca Hamburgo, ni Alemania, por lo que el hamburgués residente en Alemania le dio montones de consejos de lugares que visitar. Pero hubo un consejo que podría haber dicho yo también: "Come helados". Le explicó lo buenísimos que son y baratos además y que él mismo en España se sentía timado por los precios de los helados y la mala calidad en muchos casos. Lo que no le explicó es que se preparase para el clima. En realidad Hamburgo se portó y nos recibió con una tarde veraniega, pero al día siguente amaneció lloviendo y así estuvo el resto del día. Yo le hubiese dicho a la chica que lo malo no son los inviernos, que ya de por sí son insoportables, sino los veranos, porque no sabes nunca cómo te van a salir, o ni siquiera si vas a tener uno. Pero claro, viniendo como veníamos todos de los calores que está haciendo este año en España, a los visitantes se la traía al pairo el refrescón. No a mí, que no me he quejado ni una sola vez de calor en las tres semanas que he estado en España. De mí no oirá nadie jamás nada negativo contra el calor, aunque me achicharre. Y luego todos me contaron en Hamburgo que en los últimos 5 días había hecho bueno. Esos son hamburgueses en toda regla: ignoran el balance del verano, que está resultando pésimo este año, y se agarran a lo poco que tienen como si de una tabla de salvación se tratase. 

Idas y venidas. Cada vez son más los que vivimos así. Yo no pertenezco a la generación antediluviana de emigrantes, los de "vente p' Alemania, Pepe", sino a otras posteriores, pero en comparación con las que están llegando ahora me siento como parte del Medievo. Alguna vez pienso terminar la guía sobre Hamburgo que empecé hace demasiado tiempo y la repartiré en los vuelos de vuelta, por la voluntad, que la mía ha sido férrea durante tantísimos veranos. A todas partes habría que ir aleccionado, para evitar sorpresas. Toda esa información te la deberían dar ya en los aviones.




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